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¿Confusiones? 10.04.2015


         En Cali se suele confundir la maleza (matorral, espesura o abundancia de malas hierbas) con toda vegetación exuberante, incluyendo los prados crecidos, ignorando su belleza, pues se asocia a lo descuidado, lo que es propio de los buenos campesinos que fueron los padres o abuelos de muchos caleños actuales. De los cerca de tres millones de habitantes de la ciudad, pocos tienen ya una tradición urbana, pues la mayoría son inmigrantes.

          Por eso se confunde aquí lo viejo con lo obsoleto, pues las imágenes y tradiciones urbanas que no están en la memoria de tanto inmigrante a la ciudad de hecho son obsoletas pues aparte de poco usadas las ven como inadecuadas a las circunstancias actuales, y el problema es que no entienden su pertinencia actual. Como en el caso del patrimonio construido que no valoran la inversión económica y de saberes que hay en él ni su importante presencia como imágenes en la ciudad.

        Los carros se confunden con la movilidad de la ciudad, y por eso se confunde esta palabra de moda, que significa la cualidad de lo movible (DRAE), con la movilización de personas y bienes, y no se comprende que esta comienza por los andenes. Pero además se confunden los carros con los automóviles y estos con los de motor de explosión, y nada interesan otros medio de transporte motorizado, eléctricos por ejemplo, y apenas recientemente se comienza a hablar en serio de las bicicletas.

         El ruido reemplaza en esta ciudad a la alegría, pues no en vano es la gente más feliz del mundo aunque se queje con sobradas razones del transporte colectivo, que para rematar bautizaron MIO cuando no es suyo. Sonidos inarticulados, por lo general desagradables, propios del litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia, pero en este caso son la apariencia grande de cosas que no tienen gran importancia que es la tercera acepción que da el diccionario.

        El atropello, llegando incluso al homicidio, reemplaza aquí al derecho legal, lo que es propio de un país con una justicia tan precaria y corrupta. Pero también al “derecho” cultural, concretamente al relativo a los monumentos y tradiciones ya mencionados, propio de una ciudad aun sin una cultura urbana suficientemente decantada pues sencillamente no ha tenido el suficiente tiempo, debido a su vertiginoso y descontrolado crecimiento: de 30 mil a tres millones en un siglo.

      La moda aquí se ha confundido con el progreso, desde que Cali es Cali, es decir desde 1910, cuando fue escogida como la nueva capital del nuevo Departamento del Valle del Cauca (como se llamó inicialmente). Y para peor de males se la confundió  con la norteamericana y concretamente con la de Miami. Pero curiosamente los progresos de esta ciudad poco están de moda aquí, como que su área metropolitana podría tener en unos años un desarrollo urbano orientado al peatón.
                                                                                                                                                                            Finalmente, en Cali se confunden sus habitantes, o sea las personas que constituyen la población de un barrio, ciudad, provincia o nación con sus ciudadanos, o sea los habitantes con derechos políticos y que intervienen, ejercitándolos, en el gobierno del país y, en este caso, de su ciudad, pues más de la mitad nunca votan. Ya son habitantes por obligación debido a su carácter de desplazados del campo por la violencia o buscando nuevas oportunidades laborales y sociales, pero ¿podrán ser ciudadanos por obligación?

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