En Cali se suele confundir la maleza
(matorral, espesura o
abundancia de malas hierbas) con toda vegetación exuberante, incluyendo
los prados crecidos, ignorando su belleza, pues se asocia a lo descuidado, lo
que es propio de los buenos campesinos que fueron los padres o abuelos de
muchos caleños actuales. De los cerca de tres millones de habitantes de la
ciudad, pocos tienen ya una tradición urbana, pues la mayoría son inmigrantes.
Por
eso se confunde aquí lo viejo con lo obsoleto, pues las imágenes y tradiciones
urbanas que no están en la memoria de tanto inmigrante a la ciudad de hecho son
obsoletas pues aparte de poco
usadas las ven como inadecuadas a las circunstancias actuales, y el problema es que no entienden su
pertinencia actual. Como en el caso del patrimonio construido que no valoran la
inversión económica y de saberes que hay en él ni su importante presencia como
imágenes en la ciudad.
Los
carros se confunden con la movilidad de la ciudad, y por eso se confunde esta
palabra de moda, que significa la cualidad de lo movible (DRAE), con la
movilización de personas y bienes, y no se comprende que esta comienza por los
andenes. Pero además se confunden los carros con los automóviles y estos con
los de motor de explosión, y nada interesan otros medio de transporte
motorizado, eléctricos por ejemplo, y apenas recientemente se comienza a hablar
en serio de las bicicletas.
El
ruido reemplaza en esta ciudad a la alegría, pues no en vano es la gente más
feliz del mundo aunque se queje con sobradas razones del transporte colectivo,
que para rematar bautizaron MIO cuando no es suyo. Sonidos inarticulados, por lo general desagradables,
propios del litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia, pero en este caso
son la apariencia grande de cosas que no tienen gran importancia que es la
tercera acepción que da el diccionario.
El
atropello, llegando incluso al homicidio, reemplaza aquí al derecho legal, lo
que es propio de un país con una justicia tan precaria y corrupta. Pero también
al “derecho” cultural, concretamente al relativo a los monumentos y tradiciones
ya mencionados, propio de una ciudad aun sin una cultura urbana suficientemente
decantada pues sencillamente no ha tenido el suficiente tiempo, debido a su
vertiginoso y descontrolado crecimiento: de 30 mil a tres millones en un siglo.
La
moda aquí se ha confundido con el progreso, desde que Cali es Cali, es decir
desde 1910, cuando fue escogida como la nueva capital del nuevo Departamento
del Valle del Cauca (como se llamó inicialmente). Y para peor de males se la
confundió con la norteamericana y
concretamente con la de Miami. Pero curiosamente los progresos de esta ciudad
poco están de moda aquí, como que su área metropolitana podría tener en unos
años un desarrollo urbano orientado al peatón.
Finalmente,
en Cali se confunden sus habitantes, o sea las
personas que constituyen la población de un barrio, ciudad, provincia o nación con sus ciudadanos, o sea los
habitantes con derechos políticos y que intervienen, ejercitándolos, en el
gobierno del país y, en este caso, de su ciudad, pues más de la mitad nunca
votan. Ya son habitantes por obligación debido a su
carácter de desplazados del campo por la violencia o buscando nuevas
oportunidades laborales y sociales, pero ¿podrán ser ciudadanos por obligación?
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