Informaba la prensa en días pasados de unos jóvenes emprendedores que han desarrollado un programa para que la gente haga sus compras por los teléfonos inteligentes pese a que aún no lo son. Pasan por alto que las ciudades y los mercados coexisten desde su inicio hace milenios, y que estos, con los cementerios, las librerías, los museos y los centros históricos, son lo más interesante de las ciudades, y que mercar, incluso en un supermercado actual, es una actividad ciudadana muy grata: se encuentran conocidos y amigos, se ven nuevos productos que no se saben para qué sirven y hasta se come algo en sus pésimas cafeterías. Igual que en los cementerios, los museos o en las librerías a las que la gente acude más a comer que a comprar libros, aunque no dejan de ver las “novedades” y revistas y siempre hay alguien interesado en encontrar un libro para leer.
También se informaba, hace más días, de otros jóvenes emprendedores que inteligentemente están creando plataformas, o como se llamen, para diferentes servicios de taxis usando igualmente teléfonos inteligentes, como Uber. Eficiente servicio actual que en lugar de tratar de que se prohíba se debe por lo contrario es emular y competir, lo que redundaría en que más propietarios de carros particulares usen más los taxis, como ya está ocurriendo, pues los prefieren al todavía muy ineficiente e incómodo transporte público de la ciudad aunque demagógicamente se lo llame MIO. Si se usan más los taxis habrá menos carros circulando lo que redundará en menos congestión en las vías y menos consumo de combustibles de origen fósil, lo que contribuiría a menos emisión de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático, el que ya es un hecho comprobado.
En conclusión es importante entender que tratándose de la ciudad, que siempre es antigua, lo moderno hay que agregarlo a lo pre moderno sin destruirlo; refuncionalizándolo. Es el caso de la tienda de esquina que en el lugar de eliminarla por el falso progreso y la moda debería ser renovada. O de los carros “de plaza” como se llamaba antes a los taxis que esperaban sus usuarios precísame en las plazas, lo que deben hacer de nuevo los taxis, en paraderos adecuados y no obstaculizando las calles, en espera a que alguien requiera su servicio llamándolos por un teléfono inteligente. Y por supuesto las librerías que está en proceso de abrir Amazon en todo el mundo no solo confirmaman la permanencia del libro impreso sino de las librerías tradicionales, que desde luego tendrán agradables cafeterías y en las que además le conseguirán el libro que no tengan,
Antes en las ciudades, casi todas pequeñas, y ahora todavía en los pueblos, la comunicación era de viva voz. Ahora en las ciudades grandes, que lo son casi todas, es por teléfonos inteligentes e Internet. Sólo que hay que usarlos inteligentemente, aprovechando su capacidad de almacenar datos y realizar actividades semejantes a la de una minicomputadora , y con una mayor conectividad que un teléfono móvilconvencional, y que también permite al usuario instalar muchas aplicaciones en diferentes terrenos. Lo preocupante es que su mal uso está volviendo a mucha gente menos “ciudadana” de lo que era antes, pues es el encuentro con los otros en calles, plazas y parques, lo que caracteriza una ciudad, e infortunadamente los buenos andenes no se pueden solicitar por teléfono por más inteligente que ya sea.
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