¿Puede el
mercado de alquiler constituirse en un elemento clave de la política de
vivienda? pregunta Cynthia Goytia (profesora
de economía urbana aplicada y Directora de la Maestría de Economía Urbana de la
Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires)
en su comentario sobre el libro de los especialistas del Banco
Interamericano de Desarrollo, Andrés G. Blanco B. y Andrés F. Muñoz: “Se
busca vivienda en alquiler: Opciones de política en América Latina y el Caribe
“, 2014.
Para la profesora Goytia “el mercado de alquiler es
significativo en la región de América Latina y el Caribe: uno de cada cinco
hogares alquila su vivienda actualmente, no obstante el sesgo de las políticas
públicas hacia la adquisición de vivienda en propiedad. La oferta de vivienda
en alquiler presenta mejores condiciones en materia de infraestructura y
materiales de construcción que la vivienda en propiedad informal, y condiciones
similares a las de la vivienda formal incluso para los quintiles de ingreso más
bajo.”
Además la
vivienda en alquiler permite que corresponda a la capacidad de pago de sus
usuarios, a sus eventuales nuevos sitios de trabajo, y a la conformación
variable de las familias. Y por lo mismo las que hace el Estado deben contar
con el equipamiento urbano mínimo que precisan: parque, escuela, canchas
deportivas, mercado, comercios varios, estación de policía, todo a una
distancia caminable en no más de media hora. Es decir, un barrio
La vivienda propia es un lujo
de ricos (tener casa no es riqueza pero no tenerla es mucha pobreza, se decía en
el Valle) y el cambuche también propio es la única alternativa de los más
pobres cuando no existen alquileres subsidiados por el Estado. Antagonismo
propio de una sociedad de clases, exacerbado por su zonificación según sus
diferentes estratos socioeconómicos, convirtiendo las ciudades en sumas
(¿restas?) de guetos que no cuentan con uno o varios, si es del caso, centros
urbanos comunes en donde puedan encontrarse los ciudadanos que lo son todos.
Por eso en Colombia se necesita
un Ministerio de la ciudad y no apenas de la vivienda, y que esta sea alquilada
y no “gratis” como insiste el actual gobierno con visibles fines demagógicos y
el propósito oculto de “crear” pequeños propietarios. Y por lo mismo ciudades como
Cali necesitan una Secretaría de Planeación que diseñe la ciudad a partir de
sus circunstancias geográficas e históricas, para lograr un verdadero Plan de
Ordenamiento Territorial a largo plazo que no ceda ante los intereses privados
de los propietarios del suelo y los constructores de vivienda y obras públicas,
y que se base en una idea culta de ciudad.
Hay
que insistir que surgen por el comercio, la industria, la
guerra, la religión y el tráfico de conocimientos (Pirenne,
1939)
concentrando el poder de una sociedad, siendo escenario y símbolo de su cultura
y, con la lengua, la mayor creación humana (Mumford, 1938). Un arte colectivo
(Schneider, 1960) y específico, con teoría y práctica propias (Rykwert, 1963; Sitte, 1889; Moholy–Nagy, 1968),
que satisface las necesidades de los
ciudadanos pero su finalidad es que vivan bien (Aristóteles, s. IV a.C.) aislando un espacio en la naturaleza
convirtiéndolo en un lugar construido (La Blache, 1922) para hacerlo civilizadamente (Ortega y Gasset, 1930). Nada menos.
Comentarios
Publicar un comentario