Como dijo Lewis Mumford hace décadas, hay que entender las
ciudades como el escenario de la cultura, y que su progreso depende de atraer
personas inteligentes y permitir que colaboren entre si al encontrarse en
calles, plazas y parques, mercados, cafés, restaurantes, bibliotecas, museos y
centros culturales, como pide el economista Edward Glaeser (El triunfo de las ciudades,2011). Es
decir, se trata de mejorarlas y evitar que crezcan tanto y tan rápido como
Cali. Por eso, el reto de las ciudades intermedias a lo largo del valle del río
Cauca es seguir siéndolo.
De
ahí que sus POT hay que entenderlos como
una normativa derivada de un diseño urbano arquitectónico, como lo reclamaba
Jane Jacobs (Muerte y vida de las grandes
ciudades, 1961 ), mediante concursos públicos por sectores, pero con los
mismos jurados para garantizar su coherencia con la ciudad toda, y usar y no
apenas conservar el patrimonio construido de interés cultural. Justo lo
contrario de lo que pasa ahora: volúmenes y espacios desordenados e
individualistas producto de normas e
interpretaciones independientes entre sí.
La
traza ortogonal de nuestras ciudades, la mejor de las estudiadas por Sibyl
Moholy–Nagy (Urbanismo y Sociedad, 1968), obliga a recuperar espacialmente sus calles, plazas y
parques para que –precisamente- faciliten el encuentro. Volver a las fachadas
paramentadas, y sin voladizos corridos. Disponer de los retrocesos incompletos
(muelas) para construir. Hacer andenes amplios, llanos y arborizados y con
pasos pompeyanos, dejando las calzadas únicamente con los carriles que puedan
tener en todo su recorrido, lo que además evita los “cuellos de botella
agilizando la circulación, y dar preferencia a las bicicletas y al transporte
público.
Con
respecto a la propiedad privada del suelo urbano y la obsolescencia programada
de las nuevas construcciones, de que habla Eduardo Galeano (Me caí del mundo y no se como entrar,
2013), usar la plusvalía de los edificios en altura
en los vacíos dentro del perímetro urbano, y valorar la inversión en trabajo,
materiales, agua y energía de lo ya construido. Agregar pisos para re
densificar en lugar de demoler para construir, y evitar el consumismo de lo
“nuevo”. Cobrar a carros y motocicletas el uso de las calles. No extender más
los servicios y recorridos, y hacer vivienda pública de alquiler para facilitar
que la gente viva cerca al trabajo.
En
últimas, los POT deben buscar para el Valle un sistema de ciudades sostenibles,
principiando por almacenar el agua de las lluvias y reciclar las servidas,
tanto en casas y edificios como en los espacios urbanos públicos. Y volver a
usar el río Cauca para el transporte y
recreación, lo que recuerda Germán Patiño (Herr Simmonds y otras historias del Valle del Cauca, 1992). Pero tambien
aprovechar mejor el clima benigno de la comarca y sus casi 12 horas diarias de
luz natural, y buscar lo (verdaderamente) bioclimático y la eliminación del
“ruido ajeno”, que es, con la “fealdad” y la inseguridad, lo peor de las
grandes ciudades.
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