Una buena ciudad
se debe acomodar bien a su clima y sus paisajes, y sus edificios deben ser
sostenibles, ecoeficientes y poco contaminantes: así son los puebles y barrios más
bellos. Lo que es muy fácil en el trópico templado, como es el caso de Cali,
para lo cual lo más indicado es retomar críticamente sus tradiciones urbano arquitectónicas
pertinentes. Actualizarlas y mejorarlas pero no copiarlas, preocupados más por
lo que se buscaba que por la imagen de las formas con que se lograba. Y lo que
se buscaba antes con respecto al clima era confort y protección de lo
construido, lo que de contera suministraba los ambientes entrañables de íntimos
patios, corredores sombreados, recintos con escasos vanos pero enfrentados y
grandes techumbres protectoras que alejaban el sol y el agua de las fachadas de
los volúmenes.
Además de volver a los patios y en lo
posible a los corredores, es imperativo permitir la circulación cruzada del
aire a través de los diferentes recintos, y lograr cerramientos y cubiertas con
suficiente aislamiento térmico, a partir de componentes que de nuevo usen la
tierra como material de construcción. La teja de barro sigue siendo muy
apropiada, ya se fabrican industrialmente y se pueden asentar sobre mortero
impermeabilizado y no sobre tierra, como en la época colonial, obteniendo más
aislamiento que solo al ponerla sobre guías de caña o madera como se pasó a
hacerlo en la región hace muchas décadas. Pero por supuesto también se puede
experimentar con otros materiales pero lo que es ineludible es la gran cubierta
protectora que da sombra a las fachadas.
Igual de sostenible, ecoeficiente y
poco contaminante debe ser el transporte, público y privado, en una buena
ciudad, el que comienza con sus diferentes habitantes apenas cierran la puerta
de su vivienda y termina cuando abren la del sitio de su destino. Una buena
ciudad debe contar con trenes de cercanías que la conecten con las ciudades y
poblaciones vecinas. Más un sistema integrado de transporte colectivo que
incluya metro, buses y taxis, además de carros y bicicletas de alquiler, que
faciliten la movilización dentro de la ciudad, haciendo innecesario el uso
permanente del carro particular, los que deberían ser más pequeños y
eficientes, que quedarán para las noches y los fines de semana. Y por supuesto
las motos, que hoy en día son las mayores causantes de accidentes, deberían ser
prioritariamente para el deporte y la recreación.
Por lo tanto una buena
ciudad debe ser concentrada y con buenos andenes y muchos parques, pero sin
edificios innecesariamente altos. Es perfectamente posible obtener densidades
suficientemente altas con edificios de mediana altura. Es imprescindible
considerar que después de los cinco
pisos se pierde el contacto con la calle y que solo hasta allí es
posible subir sin ascensor, y que además los bomberos no alcanzan con sus
escaleras más allá del noveno piso, por lo que la vivienda debería estar
limitada a un máximo de siete pisos. Que por lo demás es más o menos la altura
de las ciudades europeas, en las que se puede comprobar que con sus paramentos
corridos es su altura mediana lo que les da su innegable belleza a sus calles y
su confort en el verano. Y aquí estamos en un verano permanente pero muy
controlable.
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