Para empezar, en una
ciudad una buena administración pública debe propiciar que sus ciudadanos
puedan habitar, movilizarse, trabajar, comerciar, estudiar, recrearse y hacer
deporte con seguridad, eficiencia y placer, lo que implica que su diseño urbano
debe ser adecuado a su clima, paisajes y tradiciones arquitectónicas, que pasan
a ser su marco de referencia. También debe procurar que los ciudadanos sepan cómo
vivir bien en ella, que su vida sea más significativa, considerando que en
nuestro caso en las ciudades más grandes son gentes con diferencias culturales,
sociales y económicas, y que muchos han llegado recientemente de otras partes por
lo que hay que enseñarles cómo, y hacerlo permanentemente y por todos los
medios. Hay que entender que la educación ciudadana es clave para tener buenos
servicios públicos.
Por
eso una buena administración debe velar por que los servicios básicos de agua, alcantarillado,
energía, comunicaciones y recolección y
disposición de las basuras, sean correctamente usados, además de eficientes y
económicos. Y es muy importante, por
supuesto, que controle que no se den abusos ni desperdicios, especialmente el
de agua potable, que en nuestras ciudades raya en lo criminal. Por eso las
tarifas deberían variar significativamente no solo en función del estrato socio
económico, sino por el consumo, y de manera significativa, lo cual es muy fácil
hacerlo pues solo bastaría con escalonar los topes actuales, y de tal manera
que su costo al usuario se multiplique a medida que aumenta su consumo, mucho más
que la actual Tarifa Ponderada, al punto que lo disuada de desperdiciarla y castigarlo cuando se descuida.
Igualmente,
el transporte público, además de ser eficiente y económico, debe ser también
placentero y no apenas agradable, y sin duda didáctico. Para lo cual debe
considerar que comienza en la puerta de la casa y termina en la de la escuela,
oficina o donde sea que se vaya, y viceversa. De ahí que el elemento más
importante de un sistema integrado de transporte público deben ser los andenes,
y que los demás elementos no solo son los taxis, buses y trenes, que
constituyan su componente colectivo, sino especialmente las bicicletas. Que se
debe poder pasar de uno a otro medio con facilidad, y de allí que sea
fundamental que en los vehículos mismos como en sus paradas y estaciones, haya
sitios para las bicicletas, ya sea a para transportarlas o para guardarlas.
Una buena administración pública debe partir de
que por los andenes circulamos todos en algún momento de nuestra vida
cotidiana, y de ahí que sean el espacio público por excelencia pues en él se
encuentran los ciudadanos; son el ámbito primario de la democracia. Sin andenes
no hay ciudadanos y sin ciudadanos no hay ciudad. Por eso su suelo debe ser
agradable, parejo y no resbaloso cuando se moja, y deben ser amplios,
arborizados, llanos y sin barreras, y tener pasos peatonales adecuados en todas
las esquinas, y su sardinel no debe ser alto para que sea fácil subir al andén
al bajarse de los carros o lo contrario. Los bolardos se hacen entonces
necesarios en algunas zonas, pero deben ser apenas los necesarios, lo más
sencillos y discretos posible y fácilmente visibles por peatones y
automovilistas.
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