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Buenos electores. 09.06.2011


      Lograr un buen Alcalde y un buen Concejo depende en primera instancia de los ciudadanos que los eligen. Pedir que los candidatos sean honrados, como se repite tanto últimamente, no basta. Deben serlo también los electores mismos para poder exigirlo luego a sus elegidos. Porque la triste realidad es que en este país muchos votantes a lo que aspiran es a estar bajo la protección o tutela de su candidato cuando gane, o comprometerlo a que les entregue contratos, principalmente de obras públicas, por lo que suelen apoyar a varios para tener más opciones. Lo que no extraña a nadie es que sistemáticamente todos los funcionarios públicos sean acusados de corrupción, se les demuestre a muchos que si lo fueron, y que algunos, cada vez más, terminen en la cárcel. Por lo demás honrado, recto e íntegro en el obrar, no significa también bueno, útil y a propósito para la ciudad.
                                                                                                                                                                         Y no sirve pedir que sean ejecutivos, como igualmente tanto se repite, si los votantes no están mínimamente informados para poder dilucidar si sus candidatos dieron la talla en sus cargos anteriores, si es que los tuvieron, o si su desempeño en otras funciones tuvo que ver con el manejo de lo urbano. Peligrosamente se confunde el éxito en cualquier actividad con la capacidad de orientar una ciudad o, pero aun, la simple fama. El asunto, por lo contrario, es la posibilidad de que los candidatos puedan ser ejecutivos y honrados en el manejo de un plan integral para la ciudad, que necesariamente tiene que recoger todo lo ya realizado y ceñirse a lo aprobado y legal. Las ciudades no precisan gerentes sino alcaldes que puedan orientar los directores de sus diferentes secretarías y organismos, algunos de ellos esos si sencillamente gerentes.
                                                                                                                                                                        El problema pues, no es de malos candidatos sino de malos electores, que por ingenuidad, resquemores, complejos, o creyéndose muy vivos, se dejan embaucar con promesas que no solo no se cumplirán, si no que con frecuencia es mejor que así sea. ¿En dónde estaríamos si se hubieran materializado todas las estupideces que suelen proponer los candidatos a manera de programa, resumidas en los pasacalles a los que se reduce su “propuesta”, con la tranquilidad de que saben que no van a poder cumplir con ellas? Urgentemente necesitamos electores que entiendan que se trata de escoger programas y no apenas personas, y que es más importante la experiencia y la experticia que el éxito en otros campos y ni se diga de la simple fama que ha llevado a candidaturas francamente  aberrantes. 
                                                                                                                                                                         Pero por supuesto para que los electores puedan entender las propuestas para proceder a escoger la que consideren mejor, tienen que estar mínimamente informados al respecto. O sea que una buena campaña tiene que ser educativa ella misma. Dejar en claro al menos para una porción significativa de los ciudadanos el porqué de sus propuestas. Y, paradójicamente, no es tan complicado pues las mejores propuestas son las que no dejan nada de lado pero jerarquizan y resumen todo y de manera integral. Por ejemplo, cuál sería el objetivo de cada una de las Secretarías e Institutos que conforman la Administración Municipal, como se integrarían unos con otros y en qué orden, y quienes serían los encargados de llevar a cabo dichas propuestas y con qué recursos.

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