Lograr un buen
Alcalde y un buen Concejo depende en primera instancia de los ciudadanos que
los eligen. Pedir que los candidatos sean honrados, como se repite tanto
últimamente, no basta. Deben serlo también los electores mismos para poder
exigirlo luego a sus elegidos. Porque la triste realidad es que en este país
muchos votantes a lo que aspiran es a estar bajo la protección o tutela de su candidato cuando gane, o comprometerlo
a que les entregue contratos, principalmente de obras públicas, por lo que
suelen apoyar a varios para tener más opciones. Lo que no extraña a nadie es
que sistemáticamente todos los funcionarios públicos sean acusados de
corrupción, se les demuestre a muchos que si lo fueron, y que algunos, cada vez
más, terminen en la cárcel. Por lo demás honrado, recto e íntegro en el obrar, no
significa también bueno, útil y a propósito para la ciudad.
Y
no sirve pedir que sean ejecutivos, como igualmente tanto se repite, si los
votantes no están mínimamente informados para poder dilucidar si sus candidatos
dieron la talla en sus cargos anteriores, si es que los tuvieron, o si su
desempeño en otras funciones tuvo que ver con el manejo de lo urbano. Peligrosamente
se confunde el éxito en cualquier actividad con la capacidad de orientar una
ciudad o, pero aun, la simple fama. El asunto, por lo contrario, es la
posibilidad de que los candidatos puedan ser ejecutivos y honrados en el manejo
de un plan integral para la ciudad, que necesariamente tiene que recoger todo
lo ya realizado y ceñirse a lo aprobado y legal. Las ciudades no precisan
gerentes sino alcaldes que puedan orientar los directores de sus diferentes
secretarías y organismos, algunos de ellos esos si sencillamente gerentes.
El
problema pues, no es de malos candidatos sino de malos electores, que por
ingenuidad, resquemores, complejos, o creyéndose muy vivos, se dejan embaucar
con promesas que no solo no se cumplirán, si no que con frecuencia es mejor que
así sea. ¿En dónde estaríamos si se hubieran materializado todas las
estupideces que suelen proponer los candidatos a manera de programa, resumidas
en los pasacalles a los que se reduce su “propuesta”, con la tranquilidad de
que saben que no van a poder cumplir con ellas? Urgentemente necesitamos
electores que entiendan que se trata de escoger programas y no apenas personas,
y que es más importante la experiencia y la experticia que el éxito en otros
campos y ni se diga de la simple fama que ha llevado a candidaturas francamente aberrantes.
Pero
por supuesto para que los electores puedan entender las propuestas para
proceder a escoger la que consideren mejor, tienen que estar mínimamente
informados al respecto. O sea que una buena campaña tiene que ser educativa ella
misma. Dejar en claro al menos para una porción significativa de los ciudadanos
el porqué de sus propuestas. Y, paradójicamente, no es tan complicado pues las
mejores propuestas son las que no dejan nada de lado pero jerarquizan y resumen
todo y de manera integral. Por ejemplo, cuál sería el objetivo de cada una de
las Secretarías e Institutos que conforman la Administración Municipal, como se
integrarían unos con otros y en qué orden, y quienes serían los encargados de
llevar a cabo dichas propuestas y con qué recursos.
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