Una buena administración municipal debe velar por que los servicios
básicos de agua, alcantarillado, energía, comunicaciones y recolección y
disposición de las basuras, sean correctamente usados, además de ser eficientes
y económicos. Y es muy importante, por
supuesto, que también controle que no se den abusos ni desperdicios, como
lamentablemente suele suceder en Cali. Aquí,
el amable y eficiente “genio” de
sus Empresas Municipales hace muchos años se tuvo que volver a meter a
la lámpara, asediado por la corrupción y la politiquería, y ya nos
acostumbramos a que EMCALI esté intervenida permanentemente, como si esto fuera
lo apropiado para un servicio público y no justamente lo contrario.
Especialmente
es preocupante el servicio de agua potable, pues no se ha decidido aún nada al
respecto de su futuro abastecimiento, y cuyo despilfarro, como suele suceder en
nuestras ciudades, raya en lo criminal. Por eso las tarifas deberían variar no
solo en función del estrato socio económico, sino por el consumo, y de manera
significativa, lo cual es muy fácil hacerlo pues solo bastaría con escalonar
los topes actuales, de tal forma que su
costo al usuario se multiplique a medida que aumenta su consumo, mucho más que
la actual Tarifa Ponderada, de manera que lo disuada de desperdiciarla y lo
castigue cuando se descuide.
De
manera similar se tendría que controlar el despilfarro de energía eléctrica.
Todavía se usan bombillas incandescentes, y nadie apaga las luces ni se ponen
sensores de movimiento para que lo hagan automáticamente. Es el colmo de la
irresponsabilidad que pudiendo tener iluminación natural durante la mitad del
día todo el año, en Cali se recurra a la iluminación artificial en muchísimos
recintos, que no la necesitarían si tuvieran ventanas y lucernarios
adecuadamente diseñadas, que además permitan la circulación cruzada del aire
para refrescarlos sin tener que usar aire acondicionado, que es el mayor
consumidor de energía en los edificios.
Es
todo un despropósito usar terminados oscuros en las paredes interiores de
espacios de uso público permanente, como sucede en varias universidades y una
importante clínica del sur de la ciudad, lo que obliga a tener todo el tiempo
encendida su iluminación. Igualmente, en el Centro Cultural de Cali (antigua
Fes) al parecer no se les ocurrió idea mejor que ponerlo a la venta, por lo
costoso de su mantenimiento, en lugar de pintarlo de blanco por dentro, además,
por supuesto, de otras medidas de mayor monto, y sobre todo darle mejor y más
uso. Y, otro ejemplo, es todo un error quitarles más luz natural a los
corredores y locales de Unicentro.
Finalmente,
con respecto a las comunicaciones no hay mayor problema, aunque lo deseable es
que hubiera señal libre para Internet en toda la ciudad. Pero en cambio está el
gravísimo problema de sus basuras, desechos, desperdicios, escombros y demás,
cada uno un problema diferente. Aquí la gente vota todo a la calle, o al canal
de aguas lluvias o al cauce de las quebradas y ríos, y no hay una cultura del
reciclaje, ni conciencia de que la basura significa también suciedad, como dice
el DRAE. Así nos duela, y ojala nos duela, esta es una ciudad sucia además de
fea, que solo cambiará cuando todos la “veamos” de verdad.
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