Lo público, como lo deberían saber los
caleños, es lo sabido y
perteneciente o relativo a todos, y de ahí que sea lo propio de cualquier
población. El
hecho es que si hay algo esencialmente público son las ciudades, principiando
por sus calles y ahora, después de un siglo de que fueran invadidas por los carros,
sus andenes. Pero igualmente lo es el transporte urbano, cuyo ordenamiento también debe ser público, como se dice
de la potestad, jurisdicción y autoridad para hacer algo, como contrapuesto a
lo privado, es decir, que no es de propiedad pública o estatal, sino que
pertenece a particulares.
Pese
a las mentiras piadosas que lo ignoran, es la privatización de andenes y
trasporte lo que explica la deficiente movilización en Cali. El Municipio no
construye los andenes al tiempo con las calzadas y permite que sean invadidos y
modificados, y los pocos construidos con las estaciones del Mio están mal
diseñados e incompletos. Y el complemento de caminar, el transporte colectivo,
no está sometido de verdad al Municipio pues su operación es totalmente privada.
Además no es integral, es decir que cada uno de sus componentes
(trenes, metro y buses) no sea esencial, de manera que el sistema pueda subsistir
sin alguno de ellos, como en todas partes.
Pretender
que solo exista el Mio es absurdo, y tratar de implementar un sistema colectivo en una
ciudad sin andenes es igualmente contrario
a la razón y sin sentido, pero
este hecho irracional en Cali no nos dice nada. A la mayoría no le importa
tener que caminar por las calzadas y
cruzar corriendo las calles para tomar un bus. Pero lo que sí comenzó a
importar es que la movilidad no ha mejorado sino lo contrario. Los viajes y las
colas son cada vez más incómodos y largos, y de ahí más costosos. Y hablar de
puentes peatonales, que no pueden usar los más necesitados, es ignorante y
propio del que no sabe lo que podía o debía saber, y decir que los debe haber
en todas las estaciones más aún.
La
solución por supuesto es más autoridad y menos autoritarismo. Un verdadero
poder que gobierne o ejerza el mando, y en una verdadera democracia el que sea
de derecho y no de hecho, es lo que le otorga su potestad, facultad y
legitimidad. Pero en Cali su sistema de transporte colectivo no depende de una
única autoridad, como en las mejores ciudades del mundo, si no de varias: la
Secretaria de Tránsito, Metrocali y sus cuatro operadores privados, pues lo
único público que tiene fueron los dineros con los que se construyó su
costosísima infraestructura. Amén de lo que acuerde el Concejo, y de la presión
de los transportadores.
Y
se trata de una autoridad con conocimientos, experticia y experiencia en el
tema, y posibilidades políticas de
ejercerla y los
medios para alcanzarla. Pero también son políticas las orientaciones o
directrices que rigen su actuación en lo que tiene que ver con la movilización
de los ciudadanos. Los que en lugar de tirarle piedra a los buses del Mio, que
no entienden como suyos, deberían intervenir en los asuntos públicos
con su opinión, y su voto, pero no a cambio de promesas si no de hechos; y para
lograrlo primero se tienen que educar en lo que es una verdadera cultura
urbana, principalmente la que se da en las calles –peatones y conductores- y en
el transporte público.
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