La demarcación y
señalización de las carreteras y calles en Colombia es lamentable, y una mezcla
improvisada de normas europeas, norteamericanas y propias. En muchas partes es
antitécnica, incompleta o repetida, y con frecuencia contradictoria o difícil
de ver, o por lo contrario no existen. Pero lo peor son los supuestos límites
de velocidad, pues la gran mayoría de ellos no se pueden cumplir, por lo que
los conductores no los acatan, acostumbrándose a no tenerlos en cuenta.
Pasar
de 80 kilómetros por hora a 60 en menos de 100
metros es como frenar, corriendo el riesgo de ser estrellado por detrás, y solo
sirve para que ocasionalmente los policías “arreglen” las multas respectivas, o
que ahora pongan fotomultas a prueba de corrupción pero muchas veces ilegales
por lo antitécnico de los semáforos o lo súbito de la señal indicando el cambio
de velocidad. Y los 20 kilómetros
por hora en las carreteras es como estar parado, pero abundan en ellas.
En
el otro extremo son igualmente equivocados los 120 kilómetros por hora como velocidad máxima en las deficientes
carreteras nacionales, incluso en las mal llamadas autopistas pues justamente
no lo son, al tiempo que se pretende que los vehículos de servicio público,
carga y transporte escolar, vayan sólo a 60, y no que por lo contrario se
obligue que por lo menos los sostengan.
Para no hablar de los largos trenes cañeros que deberían circular por vías
propias de los ingenios.
Y si bien el límite 60 kilómetros por hora en
zonas urbanas es adecuado en muchas calles, por supuesto no lo es en las estrechas
y locales de muchos barrios residenciales, pero sí podría ser de 70 en las
autovías urbanas, o en tramos sin peatones ni paradas como en el túnel bajo la
Avenida Colombia por ejemplo. Más nunca bajar intempestivamente a 40 como
ocurre en algunas calles o incluso carreteras, y menos a 10, lo que ya no es
como estar parado sino estarlo casi del todo.
En conclusión, aquí no se tiene en cuenta correctamente la distancia de detención, que es la que
se recorre desde que el conductor percibe un obstáculo o señal hasta que el
vehículo queda completamente detenido. Es como si las velocidades indicadas en
las calles y carreteras en el país lo fueran es de aviso de peligro, cuando
paradójicamente son ellas con mucha frecuencia las peligrosas. No es si no hacer
la prueba de acatarlas en un recorrido cualquiera en cualquier parte ¡sí es que
las hay!
El caso es que aún no se entiende el tránsito como un tema de mecánica de fluidos, y en
consecuencia proceder a establecer unas velocidades máximas y mínimas que busquen
mantener unas ciertas "densidades" de automóviles por metro. Y
también por eso, justamente, es que son ineludibles los semáforos sincronizados
en las calles de las ciudades, pues no es posible en cada cruce un túnel, o un
puente, los que no son deseables pues rompen la continuidad espacial de las
ciudades.
Así
se evitaría la aparición de “ondas” cuando en un punto determinado los carros
deben frenar, y en consecuencia también los que vienen detrás. Resumiendo, hay
que tratar el tránsito como un fluido que circula por una tubería, y estudiar
fenómenos físicos análogos a los que se ven en los fluidos reales, pero con el
conocimiento propio de los profesionales en el tema, los que en Colombia son
muy escasos, que les permita poner límites de velocidad prudentes y necesarios
y a la vez posibles.
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