Algunas pequeñas ciudades han sido iniciadas por gobiernos que
quieren quitarle la carga a otras grandes ciudades, o llevar la economía a
otras regiones en el interior de sus países, y casi siempre para ser una nueva
capital, lo que facilita las cosas, como el caso más reciente de Abuja capital
de Nigeria, de 1991, de International Planning Associates; Yamoussoukrou que remplazó en 1984 a Abidjan como
capital de Costa de Marfil; y Dodoma capital de Tanzania, de 1975, y no es casualidad que casi todas estén en el
Tercer Mundo. O antes Camberra, capital de Australia, de 1913, de Walter Burley
Griffin; Chandigarh, de 1950, de Le
Corbusier; Brasilia, de 1957, de Lucio Costa y Oscar Niemeyer; o Islamabad, de
1965, de Louis Khan.
Asignar
una nueva capital significa la transferencia de todas las oficinas del gobierno
o al menos muchas, además de embajadas y negocios, arrastrando otros, ya
particulares, y demás servicios complementarios. Este es justamente el
propósito de pasar la capital del Departamento del Valle del Cauca a Buga pues
le quitaría presión demográfica a Cali, como de manera similar le va a quitar tránsito
pesado la carretera Loboguerrero - Mulaló que por fin ya se va a construir.
Quedando por lo demás su capital más al centro de la región y más cerca del
puerto de Buenaventura, como del interior del país, camino a Cartagena, vía
Santa Fe de Antioquia, y de los llanos orientales y Venezuela, Y para Buga
sería la posibilidad de un nuevo desarrollo al acoger el encuentro físico de
nuevas actividades y gentes (Edward Glaeser El
triunfo de las ciudades, 2011).
Lo
extraño es que parece ser que nadie lo entiende allá, o no lo quieren, y que aquí no se dan cuenta del grave
problema que implica el crecimiento tan reciente y acelerado de Cali,
que, hay que repetirlo, en 1809 apenas tenía 7.546 habitantes, pero
que pasó a 13.000 a principios del siglo XX (Fabio
Zambrano: Desarrollo urbano en Colombia, 1994),
y que hoy ya va para los 3.000.000, contado su población flotante, pues
sistemáticamente se ignora que cerca de la mitad de los “caleños” habita en las
partes adyacentes de los siete municipios vecinos con los que conforma un área
metropolitana de hecho. Como si negando su realidad, o tildándola de apocalíptica, se obviaran sus problemas, o
hablan de un hipotético crecimiento
económico que aumentaría el ingreso (mas consumo) y ampliaría la educación
haciendo que la gente no se reproduzca tan irresponsablemente (demasiado
tarde).
Pero el
hecho evidente y es que la población mundial se urbaniza, también hay que
repetirlo, y, como señala
Eduardo Galeano (http://latinoamericana.org/2005/textos/castellano/Galeano.htm), los campesinos
expulsados por la agricultura moderna (como lo es en el Valle la de la caña de
azúcar) se van a las ciudades, las que prometen trabajo, prosperidad y porvenir
para los hijos; y en Cali variedad de “espectáculos”. Pero hacinados en
tugurios, lo primero que descubren los recién llegados, dice Galeano, es que el
trabajo falta y que nada es gratis. Que
es justamente lo que les pasaría a muchos más en Cali si no fuera por el
narcotráfico, lo que cambiará radicalmente cuando aquí también se legalicen las
drogas después de que lo haga Estados Unidos, por supuesto, dejando a la vista
la falacia del “desarrollo” de que nos hablan irresponsablemente.
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