Los mercados dieron vida a las ciudades y
ahora los centros de negocios las matan. Tal es el caso de La Défense en París.
“Es un área triste porque es percibida atmosférica y emocionalmente solo como
un distrito de negocios” dice el crítico de arquitectura austriaco Wojciech
Czaja, y tal parece que es un fracaso empresarial y que los parisinos piensan
que no hay nada bueno para vivir allí. Por su parte, los que elaboran un nuevo
plan maestro para el sector reconocen que es un concepto un “poco” obsoleto,
pero los “desarrolladores” rusos creen que allí se puede crear ahora un
Manhattan al “estilo francés” (G. Kantchev: The New York Times, 27/08/2013).
Lo
que es evidente, basta con verlo, incluso sólo en fotografías pero sobre todo
caminando por sus desolados y tontos espacios peatonales, es que La Défense, urbana y arquitectónicamente, deja todo que desear; es
una acumulación sin vida de egos arquitectónicos que se ignoran entre sí. Solo
se salva el Grande Arche de la Fraternité (1989), al
final de Avenue de la Grande Armée, la que continua, al otro lado del Arc de Triomphe, la Avenue des Champs -Élysées. Es todo un acierto del arquitecto danés Johan Otto von
Spreckelsen (1929–1987), completado por su socio francés Paul Andreu, quienes ganaron en un concurrido concurso
internacional.
En
Cali, el Centro de
Eventos Valle del Pacifico,
casi llegando a Yumbo, además de maltratar con su rebuscado nombre la lengua y
la geografía, no ha “matado” la ciudad porque está en medio de sembrados de
caña de azúcar, que se pretenden valorizar urbanizándolos, pero sí impidió que
se “reviviera” el sector de la vieja Estación del Ferrocarril. Allí era claro
que se ha debido emplazar usando las instalaciones abandonadas de la Industria de Licores del Valle, en pleno cruce de los dos ejes que
ahora deberían estructurar la ciudad: el Corredor Férreo (Yumbo – Jamundí) y el
Par Vial del Río Cali (Buenaventura – Palmira).
Es
iluso (o hipócrita) creer que más edificios de oficinas, codiciosamente altos y
de muy pobre arquitectura, van a “renovar” el Centro de Cali, al que lo que la
falta es reponerle la vivienda que lo abandono poco a poco (era lo que se
pretendía con el Proyecto de Renovación Urbana del Sector del Hoyo – Piloto, de
1980), y hacerle andenes y grandes estacionamientos públicos debajo de sus dos
plazas. Y relocalizar a los vendedores concentrándolos en áreas hoy
inutilizadas, donde además tengan servicios, por los que desde luego tendrían
que pagar, y bajo altas cubiertas que les den sombra, definiendo su espacio,
como las hay en Caracas cerca de las estaciones del Metro.
El
hecho tozudo es que mientras los mercados en todas partes y épocas han sido
incluyentes y llenos de vida, y los hay muy bellos como el de San Miguel en
Madrid o el Gran Bazar en Estambul, los centros de negocios son feos,
aburridos, excluyentes y por las noches están muertos; como el Lower Manhattan
o La Défense. O como el Centro de Cali, muy vivo de día pero totalmente muerto
de noche, a lo que paradójicamente contribuye la Policía al cerrar calles para
evitar que dejen carros-bomba cerca a los edificios públicos, pero disparando
su inseguridad al impedir que haya animación urbana y circulación de carros. Es
que una cosa es hacer negocios y otra construir ciudad.
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