Es el caso de Villa
Felisa, desmantelada en las narices de todos, incluyendo el Departamento
Administrativo de Planeación Municipal. Como en la “La estrategia del caracol”,
la popular película de Sergio Cabrera, la argucia sirvió para que se desmantelara
poco a poco otra casa en Cali sin que nadie se diera por enterado, y al final
las autoridades tuvieran que encontrarse no solo sin casa sino con un vacío
jurídico; apenas otra fachada sin alma. Si es que no pretenden tumbarla del todo para
hacer un estacionamiento, o ya lo es detrás e ilegal.
En
este país que aplaude la trampa (como en
esa vergonzosa papa caliente que aquí pretenden tapar, de “Riopaila Castilla –
Brigard & Urrutia” denunciada en
Semana , Edición 1624, del 15/06/2013), esa estratagema ha servido igualmente
para que muchas construcciones ilegales se concluyan poco a poco en nuestras
ciudades sin que sus autoridades se den por enteradas, y al final tener hechos
creados que ya pocos funcionarios se atreverán a hacer demoler, pese a que así
lo ordene claramente la ley, pasándoselos al siguiente (des)gobierno.
Como es el caso hace ocho años de un
tercer piso en una casa de San Antonio, en la calle cuarta entre carreras sexta
y novena, y que ocupa la totalidad del lote, ambas cosas absolutamente
prohibidas en la reglamentación actual. Allí está y allí se quedará en un
barrio supuestamente protegido por su valor patrimonial. Y cuando se caiga con
un temblor, pues no se cumplió con las normas obligatorias de sismo
resistencia, les caerá a los vecinos que, idiotas ellos, cómodamente
prefirieron no apoyar la denuncia hecha oportuna pero inútilmente.
Según el POT actual de Cali (Capitulo VI , Articulo
163, Parágrafos 1 y 2), los propietarios
de bienes inmuebles identificados como patrimonio de la ciudad serán
responsables de garantizar sus buenas condiciones de seguridad, salubridad,
ornato y de realizar las obras de mantenimiento. A quienes los demuelan o
realicen intervenciones sobre los mismos sin la licencia respectiva, o
incumplan con su adecuada conservación se les impondrá las sanciones
establecidas sin perjuicio de la obligación de reconstrucción que ordena la
Ley. Punto.
Sin embargo, ha sido inútil pues nunca se ha obligado la
demolición de nada en la ciudad y las multas dan risa, con lo que los
interesados en la conservación del patrimonio urbano y arquitectónico de la
ciudad, no pasamos de ser unos idiotas útiles. No es que padezcamos de idiocia (un trastorno caracterizado por una
deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénita o adquirida en
las primeras edades de la vida), ni que seamos simplemente tontos, o cortos de
entendimiento, o que carecemos de toda instrucción, pero nos tratan como si así
fuera.
Pero
como no hay juego largo sin desquite, lo que se puede decir sin mayor riesgo pues
la memoria no es de los “vivos”. Ya va en camino la propuesta de que en caso de
demolición no se pueda construir un volumen mayor a lo demolido pues la
reconstrucción total no es deseable, pues no pasa de ser un pastiche. Como lo
es también dejar apenas la fachada ocultando un interior nuevo, como evidente y
torpemente pretenden en Villa Felisa: no vieron el buen negocio que hubiera
sido remodelarla, ampliándola verticalmente apenas en su parte posterior.
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