De entrada, para hacer lo que había que hacer en la Manzana T
prima, al frente del CAM (un amplio estacionamiento subterráneo, conformar una
plazoleta y poner algún equipamiento urbano y oficinas), no era necesario
demoler todos sus edificios sino refuncionalizarlos. Se habría dado un buen
ejemplo en esta ciudad que bárbaramente confunde su desarrollo con la
demolición, incluyendo la de su patrimonio arquitectónico. Como la bonita casa
que existía allí, supuestamente protegida por ser un inmueble de interés
cultural de Cali, pero demolida impunemente nada menos que por el mismo
Municipio para ampliar el estacionamiento improvisado que tenía en el lote
aledaño para sus muchos carros “oficiales”, y como pasó también con el bello
puente del ferrocarril sobre la Carrera Octava en el abandonado Corredor
Férreo.
En
segundo lugar, dicha Manzana ya había sido objeto de un concurso público
nacional de arquitectura hace unos años, asignado y pagado. Pero ni siquiera se
recogió lo mejor de esa propuesta y de otras que concursaron, como la de bajar
la Carrera 4ª Norte al nivel de la entrada al estacionamiento del CAM,
permitiendo prolongar el puente peatonal existente para unir el nuevo espacio
con las plazoletas del CAM, ampliándolo por supuesto, y conectar El Paseo
Bolívar con la Plaza del Correo con otro amplio puente, detrás del monumento al
Libertador. Obra que afortunadamente aún se podrá realizar para beneficio de
peatones y vehículos, y del monumento
mismo, lo mismo que reusar los edificios que quedan, en lugar de también
demolerlos, que por lo visto es lo que quieren hacer como si adoraran la
piqueta, y usar el gran lote desocupado del Sena.
Finalmente,
lo que se está viendo de lo que va quedando, pues el proyecto está sin terminar
y se hizo a dedo y a espaldas de los caleños y de la SCA, no es una plaza
pequeña, como sugiere su nombre, ni de la “caleñidad”, la que no es apenas la
geografía de la ciudad, y lo de llamarla Jairo Varela fue oportunismo de última
hora. La verdad es un espacio público desatinado e inconcluso, cuyo costo excede el valor de
lo que supuestamente se podría hacer allí cuando lo terminen. Y la
“representación” de Cali con sus farallones, cerros tutelares y ríos, además de
ingenua y más propia de un parque infantil, dificulta su seguridad, limpieza y
mantenimiento, como su uso para otros
eventos distintos cuando pase la novelería, y por supuesto es un error
dedicarla a los de música popular, que aquí son multitudinarios y ruidosos.
Es
esa equivocación de reinventar espacios públicos cuya morfología tomo siglos en
consolidarse, y llenarlos de elementos sin función, y de “informaciones” que
precisan de explicación. Y que poco aportan a la ciudad, como el Centro de
Eventos, con su absurda denominación, que insiste en defender la Cámara de
Comercio de Cali por su supuesto éxito para los negocios (R. Arango, El Centro de Eventos Valle del Pacífico, El País, 24/06/2013 ), pero que nada le puede aportar a Cali como espacio
urbano pues sencillamente no está aquí sino en medio de un lejano cañal. Lo que
si hubiera sido acertado en el caso del estadio, adquiriendo el “cañengo” del
Deportivo Cali, en lugar de mantenerlo en San Fernando, para facilitar el
control de los “aficionados” al futbol, y evitar las interrupciones del
tránsito en la Calle Quinta.
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