La línea amarilla y con textura para los invidentes en los nuevos andenes es un chiste:
para caminar con seguridad en ellos hay que ir con los ojos bien abiertos. En
unos tramos es amarilla y en otros no, y de pronto hace giros sucesivos a 90º
para evadir las tapas de Emcali, las que, no es un chiste, no se pueden tocar
ni con el pétalo de una línea, sin importar siquiera que sea amarilla. Pero el
chiste se vuelve cruel cuando conduce directamente a un poste o un bolardo
atravesado, o a una rampa donde el golpe avisa, tarde pero avisa, como esos
semáforos con sonido para los invidentes, pero que se confunde chistosamente
con el ruido de la calle; y no faltan los que piensan sin humor que es el
semáforo dañado.
El
uso “provisional” del intercambiador vial de la Cl. 5 con Cr. 10, cambiando el
sentido de su paso inferior (por el chiste malo y repetido en Cali de poner las
dos calzadas en el mismo sentido), se
volvió un chiste permanente, debido al chiste muy malo de suprimir las entradas
y salidas al Centro desde la Avenida Colombia, cuyo cambio de nombre se
transformó en una redundancia chistosa: llamar bulevar a una avenida, algo así
como llamar agua líquida al agua. O llamar
provisional a lo que se sabe permanente, o permanente a lo que pronto se
daña o roba; como las lámparas que ya faltan allí y el suelo que insiste en
rajarse al paso del MIO pues tiembla como si fuera un chiste.
El
puente peatonal en la llamada Autopista Sur Oriental con Cr. 44, otro chiste,
es un chiste: su arco azul es inútil como lo es también su terminación en uno
de sus extremos en un mal chiste que lo es un paso peatonal en el que los
peatones tienen que disputar con los carros el chiste de pasar. Lo que no es
nada chistoso es el costo de ese mamarracho, como el de varios puentes
construidos para dos carriles pero en los que solamente se puede usar uno. ¿Un
chiste? No, varios, para que no quepa duda de que se trata de un chiste, de
varios chistes: varios presupuestos; varios costos finales; varios robos, pero
nadie ni siquiera se ríe.
Y
el puente “Montaña Rusa”, en el sur de la ciudad, con sendos semáforos a la
entrada y la salida no es una pega sino dos chistes uno detrás del otro. Único
en el mundo, es un buen chiste para los empeñados en que el mundo ponga sus
ojos en Cali, y no apenas en las caleñas (chiste verde). Lo que no es nada
chistoso es encontrarse con un carro parado justo después de alcanzar su alta
cima, todo un tercer mal chiste, y más aún si se lo choca, convirtiendo eso de
que “el que pega por detrás paga” en un chiste cruel, y más aún el “no lo vi”,
esta vez totalmente evidente. Deberían poner un tercer semáforo antes de su
parte más alta, y no es un chiste.
El
“estacionamiento de visitantes” en el andén del Club Colombia sería un chiste
sino fuera porque allá no llega nadie caminando: sería un chiste de mal gusto.
Es apenas un mal ejemplo, como la apropiación ilegal del andén lateral del
Hotel Intercontinental, que es el colmo de la desfachatez. Y el
desmantelamiento de Villa Felisa es un chiste cruel en las narices del Comité
Municipal de Patrimonio, dizque encargado de velar por la protección del
patrimonio arquitectónico y urbano de Cali, aquí un viejo chiste, como la
“restauración” de Cañasgordas, suspendida de nuevo, toda una broma macabra. ¿Y qué tal la
plazoleta del chiste de la caleñidad?
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