Para
la mitología griega el Olimpo era el
hogar de los dioses y a partir
de su fama la palabra significa, en español, lo más alto entre lo más alto, y por
eso en nuestros dos cerros se pusieron las Tres Cruces y el Cristo Rey. Si hay sin duda algo bello
en Cali, aparte de sus espectaculares Farallones, que lamentablemente cada vez
se ven menos por la contaminación, son sus cerros, los que presiden la alta
cordillera que flanquea la ciudad, e igualmente la vegetación que en
este clima cálido y húmedo
es muy exuberante y en extremo variada.
No son muchas las ciudades alrededor
de un cerro tan majestuoso como el de Las Tres Cruces, ni Bogotá con Monserrate
y Guadalupe,
Caracas con su Monte del Ávila, y en Paris hasta se podría prescindir de la colina de Montmartre. Solo Barcelona con el
Tibidabo, Panamá
con su Cerro Ancon, San francisco con sus Twin Peaks y, claro, Rio de Janeiro
con su Pan de Azúcar y El Corcovado, y Hong Kong, todas al lado del agua. Porto,
Lisboa y Estambul, ya son otra cosa. Cali no está junto al agua pero si junto al amplio valle
del río Cauca, en donde todavía el verde es de todos los colores, como le cantó
Aurelio Arturo a su Nariño natal.
Buena parte de la ciudad está a los
pies del cerro de Cristo Rey o rodea la ladera baja del de las Tres Cruces, por
lo que la presencia en ella de los dos cerros es inevitable. Como pasa al final
de muchas calles, por ejemplo en la Calle Quinta, viniendo del sur, que se encuentra espectacularmente de frente con
el de Las Tres Cruces, que desde esa perspectiva se ve en toda su imponencia y
belleza, pero por pura casualidad pues cuando se extendió Cali nunca se
diseñaron a propósito avenidas que los tuvieran como remate.
Además, la vegetación ha sido
arrasada en los cerros, y durante el último medio siglo se dejó tapar poco a
poco la vista hacia ellos con edificios innecesariamente altos y de horrendas
culatas que se "cubren" con propagandas mentirosas. Y hoy en día
nadie en Cali parece mirarlos,
teniéndolos en las narices, y, para
rematar, ahora la Justicia, que como se dice es ciega, permite más construcciones
desmesuradas y abusivas que los tapan aún más junto con la brisa fresca que
desciende por ellos al caer de la tarde, cuando el cielo se llena de colores.
Lo que evidentemente no vio o, mejor, escogió
no ver ni sentir, un Juez, por lo que avaló la atarbanería de un edificio en la
ladera cuya licencia de construcción había sido revocada por incumplir
con normas urbanísticas, comportar un peligro para la ciudadanía y una grave afectación
a la zona.
Uno más de una barrera de edificios de apartamentos que se venden a gente ingenua
para que miren la vista del valle, mientras les construyen enfrente, y les
interrumpen a los demás, es decir a todos, el panorama de los cerros.
Juez que
no toma en cuenta el cumplimiento de las normas vigentes, ni su espíritu y
objetivos, sino que se centra ciegamente en el procedimiento de la revocatoria,
mediante imprecisiones jurídicas. Y eso que tiene el “caso” a la vista
mientras la “constructora” sigue destruyendo el ambiente. ¿Será que nunca habrán
leído a Aurelio Arturo? Si a golpe de tutela se van a obtener las
licencias de construcción, la Subdirección de Ordenamiento Urbanístico no
tendrá nada que hacer para defender la ciudad.
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