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La ciudad que deberíamos querer. 17.11.2012


Por supuesto que Cali necesita varias verdaderas megaobras. Como una autopista urbana de Yumbo a Jamundí por el corredor férreo, dejando espacio para el ferrocarril y un tren de cercanías y sendas vías locales laterales, sencillamente completando las calles 25 y 26 primero que todo, por donde podrían ir buses biarticulados del Mio. Igualmente es urgente la unión de la Salida al mar con la Carrera 1ª y la directa a Palmira, en sentido Este- Oeste; y varias intervenciones  locales para eliminar cuellos de botella como el que hay en  la Calle 5ª por el Hospital Siquiátrico. Y, lo más importante y urgente, un plan de andenes para toda la ciudad comenzando por el Centro, el que tiene que ir de la mano con la semaforización, coordinada electrónicamente y con tiempo para los peatones, de los cruces con mayor tráfico.

Pero también deberían ser megaobras cobradas por valorización, proyectos como la recuperación del Parque de los Estudiantes, convertido en un intercambiador vial que antes funcionaba eficientemente con semáforos, el que junto con el Colegio de Santa Librada y la Loma de la Cruz debería ser un espacio verde para el centro ampliado de la ciudad. Y también el gran parque de carácter regional ya propuesto para la Base Aérea. O la consolidación de un cinturón verde que separe a Cali de Yumbo, Jamundí, el Río Cauca y la cordillera, amén de rescatar los Cerros de la Tres Cruces y Cristo Rey, y nada menos que el Río Cali y los otros que tiene Cali mediante reservorios a manera de parques en la parte baja del piedemonte, como parte del suministro de agua dulce, lo que debería ser la gran y urgente megaobra.

También deberíamos querer que Cali volviera a tener un hipódromo, que su orquesta sinfónica tuviera una sede fija y conciertos periódicos permanentes, y que el TEC resurgiera de sus cenizas y La Tertulia de las suyas. Que se recuperaran las viejas fiestas tradicionales y se salvaran los toros: los animales y las corridas sin las cuales aquellos quedaran reducidos a algún zoológico, para lo cual bastaría con privilegiar el toreo a caballo, que no precisa de la muerte del toro en la plaza, al contrario del toreo a pie, que sin ella pierde mucho. Y por supuesto que se crezcan y mejoren más aun el Zoológico y el Jardín Botánico, los que se merecen toda una megaobra conjunta. En fin, deberíamos querer una ciudad alegre pero silenciosa, bella pero significativa y estimulante pero ordenada, además de limpia y segura.

Pero para que todo lo que deberíamos querer pueda ser una realidad, primero que todo deberíamos querer otros alcaldes y sobre todo otros concejales. Y otro Congreso, como lo han propuesto varios columnistas en la prensa nacional, el último de ellos Antonio de Roux en El País. Y solo sería posible lograrlo si sencillamente muchos nos propusiéramos eliminar la Cámara de Representantes y dejar apenas el Senado, para lo cual bastaría que votáramos repetidamente en blanco en el tarjetón con sus candidatos o al menos no reelegirlos. De lo contrario, nos seguiremos mereciendo la ciudad que tenemos y preguntándonos demagógicamente por la ciudad que queremos, dejando de lado que una buena ciudad es indispensable ahora mismo para una buena vida, pues apenas tenemos la vida que tenemos y la ciudad en la que vivimos.

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