Por supuesto que Cali necesita varias verdaderas megaobras. Como
una autopista urbana de Yumbo a Jamundí por el corredor férreo, dejando espacio
para el ferrocarril y un tren de cercanías y sendas vías locales laterales,
sencillamente completando las calles 25 y 26 primero que todo, por donde
podrían ir buses biarticulados del Mio. Igualmente es urgente la unión de la
Salida al mar con la Carrera 1ª y la directa a Palmira, en sentido Este- Oeste;
y varias intervenciones locales para
eliminar cuellos de botella como el que hay en
la Calle 5ª por el Hospital Siquiátrico. Y, lo más importante y urgente,
un plan de andenes para toda la ciudad comenzando por el Centro, el que tiene
que ir de la mano con la semaforización, coordinada electrónicamente y con
tiempo para los peatones, de los cruces con mayor tráfico.
Pero también deberían ser megaobras cobradas por valorización,
proyectos como la recuperación del Parque de los Estudiantes, convertido en un
intercambiador vial que antes funcionaba eficientemente con semáforos, el que
junto con el Colegio de Santa Librada y la Loma de la Cruz debería ser un
espacio verde para el centro ampliado de la ciudad. Y también el gran parque de
carácter regional ya propuesto para la Base Aérea. O la consolidación de un
cinturón verde que separe a Cali de Yumbo, Jamundí, el Río Cauca y la
cordillera, amén de rescatar los Cerros de la Tres Cruces y Cristo Rey, y nada
menos que el Río Cali y los otros que tiene Cali mediante reservorios a manera
de parques en la parte baja del piedemonte, como parte del suministro de agua
dulce, lo que debería ser la gran y urgente megaobra.
También deberíamos querer que Cali volviera a tener un hipódromo,
que su orquesta sinfónica tuviera una sede fija y conciertos periódicos
permanentes, y que el TEC resurgiera de sus cenizas y La Tertulia de las suyas.
Que se recuperaran las viejas fiestas tradicionales y se salvaran los toros:
los animales y las corridas sin las cuales aquellos quedaran reducidos a algún
zoológico, para lo cual bastaría con privilegiar el toreo a caballo, que no
precisa de la muerte del toro en la plaza, al contrario del toreo a pie, que
sin ella pierde mucho. Y por supuesto que se crezcan y mejoren más aun el
Zoológico y el Jardín Botánico, los que se merecen toda una megaobra conjunta. En fin, deberíamos querer una ciudad alegre pero silenciosa, bella pero significativa y estimulante
pero ordenada, además de limpia y segura.
Pero para que todo lo que deberíamos querer pueda ser una
realidad, primero que todo deberíamos querer otros alcaldes y sobre todo otros
concejales. Y otro Congreso, como lo han propuesto varios columnistas en la
prensa nacional, el último de ellos Antonio de Roux en El País. Y solo sería
posible lograrlo si sencillamente muchos nos propusiéramos eliminar la Cámara
de Representantes y dejar apenas el Senado, para lo cual bastaría que votáramos
repetidamente en blanco en el tarjetón con sus candidatos o al menos no
reelegirlos. De lo contrario, nos seguiremos mereciendo la ciudad que tenemos y
preguntándonos demagógicamente por la ciudad que queremos, dejando de lado que una
buena ciudad es indispensable ahora mismo para una buena vida, pues apenas
tenemos la vida que tenemos y la ciudad en la que vivimos.
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