La primera aquí, y aun
en algunas partes del país, fue tejida
por indígenas para sus diferentes climas continuando tradiciones artesanales.
La llamamos prehispánica pues después viene la que trajeron los españoles pero
que el clima volvió acorde con nuestros paisajes y terminó pareciendo de aquí,
pero la llamamos colonial. Dejo excepcionales construcciones militares como San
Felipe de Barajas, bellísimas iglesias y acertados claustros y casas en
Cartagena, Santafé de Bogotá y de
Antioquia, Monguí, Tunja, Girón, Barichara o Popayán.
Pero a partir del siglo XVIII resurgió el mudéjar que
produjo la bellísima Torre Mudéjar de Cali, y muchas entrañables casas de
hacienda y urbanas, que caracterizarían la arquitectura de la Nueva Granada. La
Mudéjar la llamó Diego Angulo y Santiago Sebastian da cuenta de la presencia en
Cali, Quito y Lima de hispanomusulmanes que huyeron clandestinamente al Nuevo
Mundo, que además de muchas palabras árabes, también trajeron los aperos de los
caballos, el manjar blanco y el ojala con que queremos todo.
Ya en Colombia se continua haciendo una arquitectura de
tradición colonial, pero a fines del XIX se incorporan nuevas fachadas que
buscan en Europa como diferenciarse de la Madre Patria, en incluso se hacen
nuevos edificios que pese a ser trasplantados de allá, y diseñados por
arquitectos de allá, como el Capitolio Nacional o el Panóptico, en Bogotá, pero
que por su calidad y su rotundo significado terminan siendo de aquí, y llamamos
arquitectura republicana, la que pronto se traslapa con la primera moderna,
también venida de allá, que se construye aquí.
Y lo que ya se hace en todas partes del mundo
caracterizará el rapidísimo crecimiento de nuestras ciudades, dejando numerosas
casas y edificios modernos bien adaptados a nuestros climas y paisajes, como
muchos en Bogotá y Medellín, y en algunos casos incluso preocupados por
nuestras tradiciones, como en Cali, que prefirieron mirar hacia Brasil, e
igualmente destacados edificios públicos en diversas ciudades. Pero también fue
quedando cada vez más una vulgarización
de la arquitectura moderna debida al nuevo negocio inmobiliario a partir de los
UPAC.
A finales del siglo XX, con la “liberación” que implicó
el posmodernismo a nivel mundial, aquí se comienza a concretar la obra de
Salmona con esa primera gran síntesis que son Las Torres del Parque en Bogotá,
y poco después se retoma decididamente una mirada a la tradición colonial y a
la arquitectura prehispánica con la Casa de Huéspedes Ilustres de Colombia en
Cartagena. Búsquedas acertadas que asumen otros en el país, mientras que
limitarse al ladrillo a la vista usado por él, como lo hicieron algunos en
Cali, no resulto pertinente.
Pero lamentablemente no alcanzó a conformarse una
“escuela”, como por ejemplo la de Porto en Portugal, debido precisamente a que en este país de
regiones de climas, paisajes y tradiciones diferentes, tendrían que haber sido
al menos cuatro o cinco. Por eso caímos ahora en una arquitectura espectáculo
que se parezca a la de allá, la que buscamos nuevamente en Europa, pero no allá
sino en las revistas de allá y aquí, y que premian sin vergüenza las bienales
ídem, volviéndose el nuevo “referente” estético de muchos arquitectos nuevos
carentes de ética.
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