Las ciudades más bellas, de Estambul a Cartagena, pasando por
Porto o Granada, París, Venecia o Rio, tienen muchos edificios de constructores
que siguen un canon, y apenas algunos grandes arquitectos para sus pocos
monumentos (Brasilia es una excepción diseñada toda por Oscar Niemeyer y sus colaboradores) y ni siquiera es el caso de
Mompox, Santa Fe de Antioquia, Girón, Barichara, Villa de Leyva o Popayán. De
ahí la pertinencia de contar con unas determinantes técnicas para el diseño arquitectónico
de los complejos edificios actuales.
Las ciudades son más importantes que los edificios que las
conforman, la gran mayoría de los cuales no tienen por qué ser monumentos. Solo
algunos que igualmente se basan en arquetipos, que son la base de todo y
permiten establecer un canon: unas reglas, cuya lenta evolución evita la
repetición, frivolidad y arbitrariedad. La primera teoría conocida sobre la
arquitectura la recopilo el arquitecto romano Vitruvio, y su conocida triada en
realidad son cuatro aspectos siempre presentes:
El emplazamiento (Collocatĭo), comenzando por la
localización, que indica su clima (altura, latitud, vientos), paisaje (natural
y urbano). Su geología (topografía, resistencia, suelo, vegetación, fauna y
corrientes de agua). Su infraestructura (vial y de agua, alcantarillado, electricidad,
gas, y telecomunicaciones). Su vecindario (usos, formas, estado y tendencias).
Sus normas (usos, densidades, índices, alturas, aislamientos y empalmes).
La función (Utilitas ), que
determina un programa (los diferentes espacios, servidos y servidores, y su número
y tamaño), y su zonificación e interrelaciones. Sus requerimientos en cuanto a necesidades
particulares de clientes y usuarios. Las costumbres tradicionales, en uso o
nuevas. Las exigencias (medidas mínimas, materiales, seguridad, ventilación,
iluminación, privacidad y demás).
El sistema constructivo (Firmitas),
seleccionado a partir del presupuesto disponible (monto y fluidez). Los
materiales en sí, y ya convertidos en componentes y estos en elementos que
conforman espacios. La mano de obra (costo, experticia, eficiencia y
disponibilidad). Las normas de sismo resistencia y contra incendios y evacuación.
El tiempo disponible, ya sea el usual para cada tipo de edificio, o mayor o
menor.
La forma (Venustas), a
la que se llega o se parte de ella o ambas cosas. Las tradiciones (la edilicia
vernácula, popular, culta y profesional). El contexto (las construcciones
inmediatas). La estética característica de ese entorno, pero también del
sector, la ciudad e incluso la región. Las expectativas, gustos y pretensiones
de los clientes, a los que hay que educar. Y las búsquedas propias de los
arquitectos, que no sobra evidenciar.
Determinantes que racionalizan sus proyectos, partiendo de cómo
disponer los volúmenes y espacios exteriores; donde ubicar los diferentes espacios,
y sus relaciones; cual sistema constructivo usar: estructura, suelos,
divisiones, cerramientos y cubiertas; y que formas, tradicionales o
vanguardistas, reinterpretar según cada caso. Para beneficio de una ciudad
sostenible y no solo del edificio, reemplazando el falso arte del “estilismo”
de la arquitectura “espectáculo” actual, por la técnica profesional y ética de
la proyectación.
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