Nos pasamos la vida entera entre edificios pero
ahora poco nos informamos sobre ellos, a pesar de que siempre han sido parte
fundamental de la cultura. Para comenzar, sin cubiertas, fachadas,
cerramientos, divisiones, recintos, vanos, estructura e instalaciones, no hay
edificio, por más pequeño y sencillo que sea. De ahí lo complejo de su diseño y
aún más si se pretende que además de seguros, funcionales, confortables y
sostenibles, sean bellos, significativos y contextuales.
Las cubiertas protegen los edificios de la
lluvia y el sol, y determinan su volumetría, y su belleza, al ser lo que más se
ve cuando están aislados. Con aleros, como en las casas de hacienda del valle
del río Cauca, o convertidas en azoteas alrededor del Mediterráneo, de donde
llegaron con los españoles como las que aún hay en el centro colonial de Santa
Marta o Cartagena, o simplemente planas e inútiles como espacios, como en la
arquitectura moderna más trivializada.
Pero cuando los edificios conforman calles en
las ciudades, lo primero que se ve son sus fachadas, en las que los corredores
exteriores, como en nuestras casas de hacienda, y balcones, como en Cartagena,
las llenan de sombras y penumbras y les dan un marcado relieve. Y desde luego
la composición de los vanos de las ventanas y puertas, que son como los ojos,
nariz y boca de una cara, es lo que determina el carácter de su imagen y su
belleza.
Y sin recintos, conformados por cerramientos
exteriores y divisiones interiores, agrupados en crujías, no se pueden habitar
los edificios. Ya sea el espacio único y abierto de un cobertizo para escampar
del sol y el agua, o la amplia maloca indígena en la que varias familias vive
en un solo espacio, o como en la creciente profusión de recintos especializados
de muy diversos tamaños de las viviendas actuales, incluyendo escaleras, rampas
y elevadores.
Más sin vanos entre los recintos y entre estos y el exterior, con
o sin puertas, simplemente no se pueden
recorrer los edificios y por lo tanto usarlos. Además, y en este caso son las
ventanas, dejan mirar hacia fuera, a la calle y el paisaje, o al patio o el
jardín, y desde el exterior permiten intuir los espacios interiores, o verlos
del todo, y dejan entrar el aire y la luz sin los cuales no se puede vivir
dentro de espacios cerrados, que fue lo
que las originó.
Los entresuelos de estos recintos, circulaciones y cubiertas, son
sostenidos por una estructura de muros de carga y de rigidez contra los
temblores, de ladrillos o bloques, incluyendo parcial o totalmente fachadas y
divisiones, por lo que no son fácilmente modificables, y el edificio es casi al
mismo tiempo su estructura; o por pórticos de hormigón o metálicos, con
cerramientos y divisiones independientes, constituyendo lo que se conoce como
una planta libre.
Finalmente, los edificios requieren cada vez más toda suerte de
instalaciones para poder funcionar; hidráulicas y sanitarias, de climatización,
eléctricas, de gas y de comunicaciones. Estas son muy recientes y aun no se las
maneja con propiedad, e interfieren no solo con los cerramientos divisiones y
entresuelos, sino con la estructura misma causando diversos problemas. Entonces
la gente se acuerda de los arquitectos que diseñaron y construyeron los
edificios.
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