Cualquier ejercicio de
planificación debe buscar la sostenibilidad medioambiental y evitar su
obsolescencia. Precisar en qué políticas generales se inscribe y que proyectos
adicionales implica. Considerar los intereses económicos, sociales y políticos
en juego, tanto como la corrupción y las segundas intenciones
de sus diferentes actores. Contar con las posibilidades de gestión, diseño,
ejecución, control y continuidad. Y partir de un somero análisis integral del
territorio y sus gentes, geográfico, histórico y cultural, independientemente
del tema puntual, el que indicará en que hay que profundizar.
En primer lugar, hay que considerar las posibles amenazas por
desastres naturales, aun las de baja intensidad, y partir del clima del sitio, determinado por su latitud y
altitud, el que junto con la topografía y la vegetación define un paisaje.
Clima y paisaje que originan unas tradiciones particulares de ese sitio, ya
convertido en un lugar, que evolucionan a partir del origen de la población y el proceso de
doblamiento, y cuyo desarrollo marca unas tendencias. Y en general hay que
considerar además al menos unos pocos aspectos y sus interrelaciones y pequeños detalles,
generalmente despreciados pese a que sus implicaciones suelen ser grandes.
Entender el territorio y sus gentes, por fuera de sus límites
oficiales, con frecuencia arbitrarios (como es el caso del Valle y Cali), como
su población, cuantitativa y cualitativamente; su base y situación económica;
sus condiciones sociales; y sus expectativas, y no solo las explicitas. Como su origen,
poblamiento, tradiciones, desarrollo y tendencias.
Los habitantes existentes y previsibles, ya sean niños, adolescentes, adultos,
ancianos y discapacitados de todo tipo, y por supuesto considerando las
diferencias objetivas entre los dos sexos. Su cantidad y crecimiento o
decrecimiento en cada caso, y sus diferentes necesidades.
Los artefactos en donde viven, ya sean ciudades o pueblos, con sus
sectores, barrios, y veredas. Lo mismo que sus comunicaciones, es decir,
andenes, calles, carreteras y ferrocarriles, pero también puertos y
aeropuertos. Lo mismo que sus intercomunicaciones, mediante la prensa, radio,
TV y telefonía, o la simple conversación de los vecinos. El tipo y localización
de la vivienda, y de los equipamientos de educación: escuelas, colegios y
universidades; de salud, puestos de salud y hospitales; de recreación: parques,
zonas verdes, instalaciones deportivas, recreativas y culturales; de comercio:
de esquina, lineal o concentrado; y los sitios de trabajo: locales, oficinas,
talleres y fábricas.
Y finalmente está el asunto de la continuidad del gobierno, ya sea
Nacional, Departamental, Municipal o Comunal, y sus diferentes jerarquías y
procedimientos. Y los ciudadanos con derecho a votar, que tendrían que tener,
por lo tanto, el deber de opinar sobre cualquier planificación que incumba a
las diferentes comunidades que
representan, sin
tragar entero lo que dictaminan los expertos. Por lo contrario, debería haber
consejos de planeación de altísimos niveles designados por las instituciones
pertinentes, los que deberían ser reemplazados por cooptación, encargados de
dar continuidad y sentido a la planificación y vigilar su cumplimiento.
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