Las viviendas aparecieron muchísimo antes que las ciudades, pero
después estas fueron mucho más que un mero conjunto de viviendas. En nuestras
ciudades coloniales las casas iban formando al mismo tiempo calles y plazas,
pero a mediados del siglo XX ya se construyeron urbanizaciones con vías y
servicios públicos para lotes que se desarrollaban posteriormente, quedando
casi siempre algunos sin usar. Y actualmente se hacen hileras de viviendas sin
parques (las zonas verdes residuales no lo son) ni escuelas ni puestos de salud
y policía, y sin considerar si pueden ser servidas por un sistema integrado de
transporte público. Y para peor de males se hacen en la periferia de las
ciudades, condenando a sus usuarios a gastar más tiempo y dinero en su
movilización, como a aislarse de la vida urbana propiamente dicha.
Lo sensato sería hacer renovación urbana, como se propuso hace
años para el sector del Hoyo- Piloto en Cali, y no viviendas en serie, que son
las que hacen las compañías constructoras buscando una economía de escala. Pero
igualmente esta se podría alcanzar mediante la estandarización y construcción
industrializada de componentes, elementos y partes de las viviendas, para ser
usados en lotes pequeños y medianos. Por lo demás, en nuestras ciudades abundan
grandes áreas ociosas que habría que comprar o expropiar para hacer barrios
completos y no apenas viviendas, como la adyacente a la Plaza de toros de Cali.
Y es absurdo que no se utilicen cuando son propiedad pública, como el extenso
lote del Sena aledaño al centro de la ciudad, que lleva décadas abandonado, o
el Hotel de la Universidad del Valle en la Sexta.
El Estado debería adquirir o, si es preciso, expropiar casas y
edificios abandonados o deteriorados para renovarlos y proceder a su venta,
subsidiada si es necesario, lo que implicaría la considerable ventaja de que en
este caso mal que bien ya existe la ciudad, y no habría que extenderlas más, a
cargo de los contribuyentes, pero para beneficio únicamente de los propietarios
de las tierras que las rodean, que las urbanizan aunque casi nunca sea lo más
conveniente. Estas viviendas “de segunda mano” podrían ser más asequibles para
los que tienen menores ingresos, e implicaría continuar usando calles y demás
equipamiento urbano ya construido, evitando su decadencia como está pasando
cada vez más en San Nicolás, el Barrio Obrero y El Calvario, en pleno centro de
una Cali que ya llega a Yumbo y Jamundí.
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