Cuando se les pregunta a los estudiantes de arquitectura, de qué
se trata y por qué escogieron dicho programa, la mayoría guarda prudente
silencio y prefieren olvidar lo que contestaron (como si lo supieran) en la
entrevista de ingreso a la universidad. Los pocos que osan decir algo no pasan
de repetir pedazos de medias verdades que han oído, o aventurar sandeces
completas. Y las razones por las que sólo algunos dicen por qué escogieron
arquitectura son sorprendentes, como por ejemplo decir que les gusta, pasando
por alto nada menos el que no saben explicar que es lo que les gusta. En pocas
palabras, la gran mayoría no sabe por qué están estudiando algo que no saben
con certeza qué es, lo que no deja de ser perversamente congruente entre sí y
con lo que se les está “enseñando” y construyendo … y ¡destruyendo!
Pero
lo que más preocupa es que muchos profesores se lavan las manos citando fuera
de contexto algún comentario brillante de algún arquitecto conocido, pues a la
mayoría unas pocas palabras sencillas y precisas no les parecen suficientes
para algo tan complejo como sin duda puede llegar a ser la arquitectura. Aunque
desde luego hay no pocas notables excepciones que sí se atreven a dar una corta
definición y que son maestros por vocación, pero son una minoría que poco se
hace notar por fuera de su respectiva torre de marfil. Al fin y al cabo, como
decía el maestro Antonio Roda de los pintores, arquitectura es lo que hacen los
arquitectos, en lo que por supuesto habrían estado de acuerdo Marcel Duchamp y
Ernest Gombrich, para quien el arte no existe; solo los artistas (Historia del arte, 1950).
Antes decían los diccionarios que es el arte de construir
edificios, y ahora agregan que también es el de proyectarlos, y desde luego lo son los edificios
mismos. Incluye la civil, la de
los edificios y monumentos públicos y particulares, la religiosa, la de los
templos y tumbas, y la vernácula de los campos y la
popular de las ciudades, que se hacen sin
arquitectos. Pero
también está la militar, que es la técnica de las fortificaciones, y la naval
que es la de construir (y diseñar, debería decir el DRAE) embarcaciones. Y arquitectura también es la estructura
lógica y física de los componentes de un computador, que es lo mismo que se
puede decir de un edificio pues su estructura no es solamente la que le sirve de soporte, sino
igualmente la distribución de sus partes y el orden con que está compuesto, como en un poema.
Es
sintomático que no podamos decir con precisión y sencillez que la arquitectura
es la técnica y el arte de proyectar espacios para la vida humana, principalmente interiores, como insistía Bruno
Zevi (Architectura in nuce, 1964), según los diferentes climas, paisajes
y tradiciones, como pedía Le Corbusier (Oeuvre complete 1938-46, 1955).
Sobre todo porque lo que se generalizó en el mundo fueron apenas las formas,
trivializadas, de los más destacados arquitectos modernos, independientemente
de los muy diferentes lugares en los que se emplazaron los nuevos edificios.
Las imágenes sustituyeron a las ideas, como dice Vargas Llosa (La civilización del espectáculo, 2012),
y en muchos casos se pretendió
(como en Cali) reemplazar todo lo anterior, que es lo que aquí en muchos
talleres de proyectos se sigue enseñando.
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