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¿Confusiones? 18.01.2014

   Cuando se les pregunta a los estudiantes de arquitectura, de qué se trata y por qué escogieron dicho programa, la mayoría guarda prudente silencio y prefieren olvidar lo que contestaron (como si lo supieran) en la entrevista de ingreso a la universidad. Los pocos que osan decir algo no pasan de repetir pedazos de medias verdades que han oído, o aventurar sandeces completas. Y las razones por las que sólo algunos dicen por qué escogieron arquitectura son sorprendentes, como por ejemplo decir que les gusta, pasando por alto nada menos el que no saben explicar que es lo que les gusta. En pocas palabras, la gran mayoría no sabe por qué están estudiando algo que no saben con certeza qué es, lo que no deja de ser perversamente congruente entre sí y con lo que se les está “enseñando” y construyendo … y ¡destruyendo!
                                                                                                                                                                      Pero lo que más preocupa es que muchos profesores se lavan las manos citando fuera de contexto algún comentario brillante de algún arquitecto conocido, pues a la mayoría unas pocas palabras sencillas y precisas no les parecen suficientes para algo tan complejo como sin duda puede llegar a ser la arquitectura. Aunque desde luego hay no pocas notables excepciones que sí se atreven a dar una corta definición y que son maestros por vocación, pero son una minoría que poco se hace notar por fuera de su respectiva torre de marfil. Al fin y al cabo, como decía el maestro Antonio Roda de los pintores, arquitectura es lo que hacen los arquitectos, en lo que por supuesto habrían estado de acuerdo Marcel Duchamp y Ernest Gombrich, para quien el arte no existe; solo los artistas (Historia del arte, 1950).

     Antes decían los diccionarios que es el arte de construir edificios,  y ahora agregan que también es el de proyectarlos, y desde luego lo son los edificios mismos. Incluye la civil, la de los edificios y monumentos públicos y particulares, la religiosa, la de los templos y tumbas, y la vernácula de los campos  y la popular de las ciudades, que se hacen sin arquitectos. Pero también está la militar, que es la técnica de las fortificaciones, y la naval que es la de construir (y diseñar, debería decir el DRAE) embarcaciones. Y arquitectura también es la estructura lógica y física de los componentes de un computador, que es lo mismo que se puede decir de un edificio pues su estructura no es solamente la que le sirve de soporte, sino igualmente la distribución de sus partes y el orden con que está compuesto, como en un poema.

     Es sintomático que no podamos decir con precisión y sencillez que la arquitectura es la técnica y el arte de proyectar espacios para la vida humana,  principalmente interiores, como insistía Bruno Zevi (Architectura in nuce, 1964), según los diferentes climas, paisajes y tradiciones, como pedía Le Corbusier (Oeuvre complete 1938-46, 1955). Sobre todo porque lo que se generalizó en el mundo fueron apenas las formas, trivializadas, de los más destacados arquitectos modernos, independientemente de los muy diferentes lugares en los que se emplazaron los nuevos edificios. Las imágenes sustituyeron a las ideas, como dice Vargas Llosa (La civilización del espectáculo, 2012), y en muchos casos se pretendió (como en Cali) reemplazar todo lo anterior, que es lo que aquí en muchos talleres de proyectos se sigue enseñando.

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