La ciudad está a 23º27” N y a 1.000 metros sobre el mar, por lo
que su clima es constante y benévolo a lo largo del año, con un cambio diario
de varios grados, que pasa tres veces por la zona de confort, y además parte de
la ciudad está a la sombra de la cordillera. Cuenta con abundantes lluvias. Su vegetación es variada,
exuberante, perenne y precoz. Sus gentes son sencillas y sensuales, pero sus
diferentes procedencias y el rapidísimo crecimiento de la ciudad las ha llevado
a la falta de respeto por los demás. Recostada a la cordillera, entre los
cerros de Las tres cruces y Cristo Rey, la ciudad tiene vistas a ellos y al
valle, y en lugar de atardeceres convencionales disfruta de un bello cambio de
colores a las últimas horas del día, cuando baja la brisa fresca. Contra sus
cielos lechosos contrastan las techumbres de tradición colonial que aún quedan
y verdes y grandes árboles, contra los cuales se destacan sus muros blancos de
escasos vanos y profundas sombras. Lo mejor de Cali es sin duda su clima y
paisaje natural…y la amable y bella imagen que tuvo pero que ya casi nadie
recuerda. Fundada hace cinco siglos, la ciudad actual apenas tiene uno.
Pasó
de treinta mil habitantes a principios del XX a cerca de tres millones y es muy extendida por su baja densidad. Solo
resta el trazado de la pequeña villa colonial y un par de monumentos, pues para
los Panamericanos de 1971 se demolieron muchas construcciones antiguas y varios
edificios republicanos, y los nuevos edificios públicos se desparramaron por la
ciudad. Al eficiente urbanismo de manzanas, patios, calles, plazas, iglesias y
conventos, se agregaron antejardines, aislamientos, voladizos y retrocesos
anglosajones, y las alturas se dispararon. El suelo se volvió un negocio
especulativo que llevó a Cali hasta los municipios vecinos, pero sin un área
metropolitana. Las viejas calles para peatones y caballos, se ampliaron para
los carros quedando sin andenes suficientes. Y se optó por buses articulados y
estaciones, en lugar de un Metro por el corredor férreo, desaprovechando la
oportunidad de superar esa barrera urbana y creando una nueva a lo largo de la
Calle 5ª. Hubiera sido recto, a nivel y en medio de una alameda de samanes,
similar a las cinco que había, taladas para ampliar sus calzadas.
En Cali basta con evitar el Sol al medio día y por la tarde, y
permitir que circule el aire, que refresca y seca. Y usar sus casi doce horas
diarias de luz todo el año para la iluminación natural, economizando energía.
Sus abundantes lluvias se pueden reciclar para no malgastar el agua potable, y
con las basuras se puede hacer fácilmente composta para huertas caseras. Aunque
la mayoría de la energía en Cali es hidroeléctrica, la totalidad de la usada
para su transporte urbano es generada con combustibles no renovables que
producen emisiones negativas para el medio ambiente. De otro lado, la
destrucción de sus preexistencias ambientales, por el falso progreso y la
ansiedad de ser “modernos”, fomentados por el negocio inmobiliario, ha sido
constante. De ahí que un acercamiento responsable a la naturaleza y al
patrimonio construido es básico al dar forma a nuestro entorno. Más que nunca
la arquitectura debe influir en el mejor diseño de la ciudad, optimizando los
recursos existentes y contribuyendo a construir su identidad a partir de su
pasado, logrando una mejor calidad de vida.
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