El no percibir la importancia de un adecuado urbanismo y arquitectura para la mejor calidad de vida en las ciudades colombianas, por parte de la gran mayoría de sus nuevos habitantes, ha llevado a que muchos políticos, dirigentes, académicos, periodistas y empresarios se desentiendan de dichos temas, y poco contribuyen a mejorar las ciudades y con ellas sus propios intereses. Temas en los que se ha insistido repetidamente en esta columna desde hace más de veinte años pero que es necesario fortalecer, debatir y difundir entre los habitantes de las ciudades para que se conviertan en verdaderos ciudadanos que comprendan que su derecho a elegir debe ser para ellos una obligación con su ciudad.
El acelerado crecimiento de todas las ciudades colombianas y la propiedad privada del suelo urbanizable alrededor de ellas, incluso si no era lo indicado, llevó a la improvisación urbana y arquitectónica siguiendo ejemplos extranjeros pero ignorando las diferencias geográficas e históricas; o imitando simples modas ya pasadas de moda, volviendo la arquitectura y su construcción un negocio más sin mayores consecuencias éticas ni legales. Es urgente poder contar con planificadores, urbanistas, arquitectos, paisajistas y constructores conocedores de las circunstancias propias de las ciudades en el trópico caliente, templado o frío, y las raíces y tradiciones culturales de unas y otras.Por otro lado, las consecuencias del cambio climático llevarán cada vez más pronto a indispensables cambios en la arquitectura y construcción de los edificios, y de contera en el urbanismo de las ciudades; y será entonces imperativo no pasar por alto sus diferencias geográficas en tanto relieve, suelo, clima, vegetación y agua dulce, y en consecuencia en sus diversos paisajes. En Colombia las posibilidades de obtener energía hidráulica, eólica y solar son grandes, y lo mismo el poder recurrir a climatizaciones pasivas y no consumidoras de energía, al re uso de las aguas servidas y el poder disponer de vergeles y huertos caseros y no copiar jardines de países con estaciones.
La deficiente normatividad urbana, arquitectónica y constructiva en muchas ciudades, que además se cambia frecuentemente, acompañada por falta de control y corrupción, ha permitido la equivocada y frívola práctica de la arquitectura y el urbanismo, por lo que es perentorio repensar a su control profesional y ético por parte del gremio y de las autoridades. También sería muy conveniente que la práctica profesional de la planificación, el urbanismo, la arquitectura, el paisajismo y la construcción fuera responsabilidad de personas con maestría o incluso doctorado en esos campos, pero sobre todo con largas pasantías en otras partes con profesionales ya reconocidos por sus obras.
En conclusión, toca repensar la enseñanza de la arquitectura y el urbanismo, y su práctica, y apoyar más las iniciativas en ese aspecto han surgido por parte de los mismos profesores en varias facultades de arquitectura. Durante siglos la arquitectura se aprendía trabajando con reconocidos arquitectos, como también lo hicieron los más importantes arquitectos modernos, pero desde hace poco más de un siglo se enseña teóricamente por profesores que en general poco investigan, escriben, proyectan o construyen. Por otro lado, es preciso informar a los ciudadanos para que puedan elegir alcaldes y concejales más interesados en las ciudades y su arquitectura, y conocedores de las mismas.
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