Preocupa mucho que en Colombia sean tantos los comentaristas e informadores de la política (y la mayoría de sus lectores que a su vez opinan) que pasan por alto que polis y política están íntimamente relacionadas; y que generalmente muy poco les importe la ciudad en donde habitan, en tanto artefacto, y cómo se vive en ella, cómo si no vivieran en ellas y no conocieran su historia ni su presente. Nunca relacionan el acontecer de la política municipal, nacional y mundial con la polis, o apenas les preocupa, con toda la razón por supuesto, la seguridad en sus ciudades y países, pero no suelen ver que no es solamente un asunto de mera policía sino también de política urbana.
Son responsables de opiniones sobre la política pero no terminan por entender la polis como consecuencia de aquella. Como por ejemplo que el diseño y conservación de los andenes y las vías es clave para mejorar el comportamiento de los habitantes de una ciudad en sus espacios urbanos públicos. O que el ruido ajeno afecta la calidad de vida, la que a veces sí consideran un asunto político pero reducido casi siempre a lo puramente económico. Y así, mucho menos podrán considerar la estética urbano arquitectónica de la ciudad como una cuestión política, de poder, como lo ha sido desde que existen y basta con mirar hacia arriba a la Acrópolis y luego abajo la ciudad.
Libros, revistas, periódicos, radio y televisión han comentando aquí durante meses las elecciones en Estados Unidos, pero nada del urbanismo y la arquitectura de sus ciudades, o de cómo han influido negativamente en las del resto de América de origen hispánico como las nuestras. No saben por qué Briviesca fue llamada “la bien trazada”, ni que el modelo para la Santa Fe que establecieron los Reyes Católicos cerca de Granada fue el campamento de las legiones romanas, y que aquella lo fue para el damero de las muchísimas ciudades que los españoles fundaron en el Nuevo Mundo, ni que las que crecieron mucho son vandalizadas desde el siglo XX por los automóviles.
Deberían enterarse de que la política del Imperio Español para la conquista y colonización del Nuevo Mundo fue una política urbana, como lo deja en claro el libro de Borja Cardelús, La civilización hispánica / Encuentro de dos mundos, 2018, donde se recuerda lo dicho por Fernando Chueca Goitia en Invariantes castizos de la Arquitectura Española / Invariantes en la Arquitectura Hispanoamericana, 1979: “el Cristianismo, el Idioma y la Arquitectura son los tres grandes legados que España ha dejado en este vasto continente" marcándolo con una huella indeleble, ya que fue el encuentro y posterior mestizaje de tres mundos: América, Europa y África: todo un Nuevo Mundo.
Así las cosas, son columnistas y periodistas a los que poco les podrá interesar la política para Ámsterdam con la que buscan enfatizar cada vez más el uso de la bicicleta (hay más de una por cada habitante) y donde caminar es un placer, cómo se podría hacer en Cali promoviendo ciudades dentro de la ciudad; o como en Barcelona conformando supermanzanas para reducir en ellas el tránsito vehicular a solo el local; o que la propuesta de un nuevo eje urbano y regional para Cali sería una buena política de cara al futuro de la ciudad, ahora “la mal trazada”. Pero todo esto depende en buena parte de que se oficialice su área metropolitana y de los políticos que la promulguen y saquen adelante.
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