Sin conocer a fondo el origen, historia y actualidad de la ciudad, no se puede acometer correctamente la planificación de su urbanismo, paisajismo y arquitectura, es decir el proyecto integral para su renovación y crecimiento. Tres aspectos que son decisivos para la mejor convivencia en ella, el civismo de sus habitantes en el espacio público y su cabal participación en la identificación de los propósitos básicos para garantizar su mejor manejo; y por lo tanto su significativa votación (incluyendo el voto en blanco) en la selección de los funcionarios municipales responsables de la planificación y control de la ciudad, y no apenas en la de sus alcaldes y concejales.
Su fundación obedece a la política del Imperio Español de poblar los territorios conquistados. Luego de otros sitios se optó en 1536 por el ramal de la Cordillera Occidental junto al río Cali, “de la ciudad”, lo llamaron, que baja al valle alto del río Cauca, al lado del cerro de Las Tres Cruces y atrás el de Cristo Rey y la cordillera y sus Farallones. La pequeña villa crece llegando a unos 3 mil habitantes a finales del siglo XIX y en las cercanías las encomiendas de indígenas dan paso a haciendas con esclavos. Y en el XX su población se dispara por la importancia que cobra, con el Canal de Panamá, el puerto de Buenaventura, al cual pronto la une el ferrocarril, y llega a 30 mil habitantes, y hoy, con tres millones en su área metropolitana (no oficializada aún), es la segunda ciudad del país.
Su trazado inicial es ortogonal, como todas las ciudades españolas en el Nuevo Mundo, con manzanas de unos 80 ms. de lado, dejando una libre para la Plaza Mayor, y están inclinadas con respecto al paso del Sol para que cada uno de los dos lados de sus estrechas calles tenga sombra la mitad del día. Su paisaje está determinado por el relieve de plan, ladera y montaña, su clima tropical entre cálido y templado y con brisas que bajan de la cordillera, y su variada y fértil vegetación y muchas aves. Su arquitectura, de origen hispanomusulmán, era de muros de tierra, corredores, medios patios, solares, espacios interiores similares, y grandes techumbres que coronaban su bella imagen como se puede ver en La Merced, San Francisco y su Torre Mudéjar, y la capilla de San Antonio, y en algunas pocas casas que quedaron en el hoy Centro Histórico o en San Antonio.
La convivencia en la pequeña ciudad se vio afectada a mediados del siglo XX por la llegada de campesinos, mestizos y libres, desplazados por la violencia o buscando trabajo y mejor vida y su población alcanzó los 300 mil habitantes, y todo cambió cuando para los Juegos Panamericanos de 1971 se inició la demolición de sus construcciones de tradición colonial y no pocos hitos urbanos, y la vulgarización del urbanismo y la arquitectura modernos, la plaza se convirtió en un parque, y la ciudad se extendió sin control entre la cordillera y el río Cauca, aunque ya con acueducto, alcantarillado, energía eléctrica y teléfono, y muchos postes y cables. Pero la oportuna educación cívica, iniciada después de los Juegos, no fue continuada, y además cambió el manejo de la ciudad.
El propósito fue “desarrollar” a Cali, para lo que se recurrió acríticamente al urbanismo y la arquitectura moderna: vías para carros, zonificación de usos del suelo y liberación de las alturas permitidas, sin una planificación a largo plazo, y la arquitectura misma termino siendo vulgarizada. Y por supuesto la ciudad no estaba preparada para la elección popular de sus alcaldes, una decisión nacional precipitada para la mayoría del país, y a que sus funcionarios cambiarán cada cuatro años. De ahí que la participación de los caleños en las elecciones es definitiva, pero antes hay que educarlos para que entiendan que toda ciudad es un asunto de diseño, uso y manejo de una historia urbana.
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