Todo monumento en una ciudad constituye un hito urbano que identifica sectores y permite a sus habitantes y visitantes orientarse fácilmente en ella y dar referencias al respecto; al mismo tiempo todo monumento representa un hito histórico a cuyas verdades y mentiras son a las que hay que dirigir las protestas y no al monumento en si mismo, y todos los monumentos tienen, en mayor o menor grado, un valor artístico; pero sobre todo representan un valor patrimonial de la ciudad para todos los urbanistas (los que viven en la ciudad), estén o no de acuerdo con su simbolismo, el que puede ser múltiple como el de la Torre Eiffel para Paris, el Corcovado para Rio de Janeiro o Las Tres Cruces para Cali.
En toda ciudad todo monumento constituye un hito dentro del espacio urbano son piezas de arquitectura , que identifican a sus diferentes sectores o a la ciudad toda al mismo tiempo, y que permite a sus habitantes y visitantes orientarse en ella y dar referencias al respecto para encontrar direcciones fácilmente ya que son propios de un lugar y todos lo recuerdan como parte del mismo.
Son tanto obras públicas que se transforman en hitos urbanos que les dan carácter a las ciudades y donde lo público debe prevalecer sobre lo privado, principalmente puentes y sobre todo muchos edificios gubernamentales, como el Capitolio Nacional en Bogotá, pero igualmente lo son sobre todo los monumentos propiamente dichos.
Monumento, del latín “monumentum”, quiere decir recuerdo, erección conmemorativa, ofrenda votiva, y precisamente por eso todo monumento representa un cierto hito histórico junto con sus verdades y mentiras, pues no en vano, como decía León Tolstói, cosa maravillosa sería la historia si fuera cierta; y acostumbra ser la de los vencedores. Por eso la historia seria no debe tolerar que se borren episodios ni tampoco que se impida que se le agreguen nuevos hechos ya que lo que definitivamente importa es su suma, esa narración y exposición de todos los acontecimientos que se consideren dignos de conservar en la memoria de todos, que es como define historia el DLE.
Además, todo monumento tiene un valor artístico que contribuye, en mayor o menor grado, a su logro en tanto símbolo, y un valor político para los que los erigen pero igualmente, y sobre todo, cultural, y mucho más para los que los heredan ya que luego de años han pasado a ser parte de la memoria e imagen colectiva de los que habitan una ciudad, a los que las protestas justamente por eso no deben ignorar pues es parte de su patrimonio común tanto urbano como arquitectónico si se considera que al contrario de una escultura no solamente suelen ser más grandes sino que precisan de bases y espacios urbanos de diversos tamaños y características dependiendo de cada caso.
En conclusión, ninguna protesta justifica el vandalismo y menos la violencia que puede generar, pero en Popayán lo sensato si es reubicar el monumento a su fundador en una plaza de la ciudad y en el Morro de Tulcán hacer otro a los habitantes indígenas anteriores a la Conquista, como fue propuesto inicialmente, pero en el mismo sitio y de tamaño similar al actual para no alterar su carácter de hito urbano, y acompañarlo de placas explicativas en su base que den cuenta de toda la interesante historia de ese lugar. Y desde luego judicializar a los vándalos que tiraron la estatua de Belalcázar, que lo único que han logrado es que se exacerben las posiciones opuestas, o, a favor.
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