Pertinentes las columnas de David Yanovich y
Gonzalo Hernández en El Espectador, 25/03/2029, y la de Emilio
Sardi, “Equilibrio”, en El País, 24/03/2029, que llevan a preguntarse si
de nuevo será peor el remedio que la enfermedad, como él lo
advierte, considerando que en unas semanas no se habrán encontrado
los medicamentos ni la vacuna para el Covid-19, y así evitar el todo
o nada que tanto nos ha costado.
En Japón sin confinarse totalmente
está controlado; México, con el doble de habitantes que Colombia, tiene
menos muertos; EE. UU. Muchísimos más en un solo día; y en Brasil el
contagio aumentó. Lo que sí es claro es que el contagio se produce cuando
una persona infectada tose o estornuda y expulsa partículas que entran
en contacto con otras personas cercanas, y por eso el problema radica
es en las concentraciones urbanas y proporcionalmente a las mismas, y
en que los viajeros lo transportan entre ellas.
Por
otro lado aquí poco se ha informado de las muertes ocasionadas por otras
enfermedades ni cual es comparativamente la tasa de mortalidad; ni tampoco
cómo ha cambiado la seguridad en las calles y viviendas. Antes los
periódicos reseñaban casi todas las muertes que podían pero ahora sólo
informan de los nuevos casos debidos al nuevo virus en todo el mundo pero
sin mayor análisis de lo que significan.
Y lo
de los motines y muertes en las cárceles y las aglomeraciones el martes
pasado en Cali, es un aviso sobre lo que podría pasar si los que trabajan
a diario, formalmente o no, no lo pueden hacer y se les acaban los ahorros
si es que los tienen, y hasta cuando los muchos que viven de la ayuda de
los que circulan por las calles no podrán contar con ella, y cuándo y cómo
llegará la del Estado ya prometida pero nada.
Es urgente disponer de información más
completa, pertinente y equilibrada, que explique las diferencias de lo que
está ocurriendo entre diferentes países, y dentro de ellos entre
diferentes ciudades, como las hay entre Alemania e Italia y España, o
entre Madrid o Barcelona; o en una misma ciudad entre sus
distintos sectores. Lo que mucho ayudaría a entender mejor sus propios
problemas y soluciones particulares.
Una sindéresis urbana, es decir, la
capacidad natural de los ciudadanos (los que pueden votar) para juzgar con
acierto la ciudad y todos sus habitantes, que permita a sus autoridades
no recurrir a medidas extremistas, “todos en la cama o todos en el
suelo” que resultan agravando lo que intentan arreglar con medidas más drásticas
pero sin contar con suficiente autoridad para hacerlas cumplir a
cabalidad.
Lo que
urge son medidas equilibradas como la de Jamundí, si es cierta: “pico y
cedula” para mercar, ir al banco y similares, que podría reducir
considerablemente la gente en las calles; y permisos para los que tengan
que trabajar todos los días y no lo puedan hacer en su casa, como los ya
autorizados para las actividades agropecuarias entre otras, pero sin
disparar las excepciones, a las que aquí somos tan dados.
En las construcciones y talleres los
trabajadores podrían estar separados y con horarios diferentes. Y en la
calles bastaría con menos peatones y que guarden distancias y no toquen
nada, y en los parques estarían con sus perros al aire libre y muy
separados entre ellos. Y en los restaurantes, que además de los domicilios
¿por qué no que atiendan comensales en la mitad de sus mesas para
mantenerlos suficientemente separados?
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