Como
si no bastara con que los andenes de Cali sean invadidos por carros y
vendedores, son desfigurados funcional y estéticamente por vados
exagerados, rampas invasivas, escalones innecesarios, terminados
inadecuados, y toda clase de obstáculos. Y los peatones en lugar de
protestar optan por caminar por las calzadas poniendo en riesgo su
seguridad ya que no lo están haciendo en las amigables calles de un
pequeño pueblo sino en una ciudad llena de carros y motos agresivos.
Vados
de anchos innecesariamente exagerados se encuentran por todas partes, pues
para subir por sardineles normales, de 0,15 metros, bastaría que el vado
estuviera solo en estos, o un poco más ancho en aquellos que son más
altos, los que equivocadamente abundan en la ciudad. Pero por lo contrario
casi siempre los vados invaden parte del andén, o incluso su totalidad,
alterando poco o mucho su regular continuidad que es lo que los hace
seguros y cómodos para los peatones.
Rampas
invasivas, ya sean desde arriba o desde abajo, se ven en muchas calles e,
igual que sucede con muchos vados, no pocas invaden todo el andén
obligando a los peatones a bajarse a la calzada. Y lo más preocupante es
que muchas son producto de remodelaciones sin control alguno, sino de
edificios de apartamentos que supuestamente han sido diseñados por
arquitectos y aprobados en una curaduría urbana, lo que deja dudas sobre
la ética profesional de unos y otras.
Escalones
innecesarios se encuentran en muchos andenes que, en lugar de seguir la
misma pendiente de la calzada, son aplanados sin imaginación ni
responsabilidad enfrente de cada predio para su propia comodidad. Y además
con frecuencia son de alturas y anchos totalmente inapropiados para un andén
que debe ser para toda clase de caminantes en el espacio urbano público, y
que no cumplen ni siquiera con las normas que se exigen para las
circulaciones interiores de los edificios.
Obstáculos
de todo tipo se encuentran en casi todos los andenes, desde árboles no
apropiados o mal sembrados, hasta toda clase de postes y tensores, y de
señales de tránsito o avisos particulares, hasta contadores del acueducto
y tapas del alcantarillado mal resueltas o ya desbaratadas, pasando por
una cantidad inusitada de cosas que la gente pone en los andenes, desde
bancas hasta “obras de arte”. Todo debido a la ignorancia de muchos en
esta ciudad de lo que significa lo público.
Terminados
que ocasionan accidentes, pues son lisos, y que dan pena por su apariencia
y alarman por su ignorancia del contexto estético de la calle
respectiva, los hay con preocupante frecuencia por todas partes de la
ciudad. Es el individualismo exacerbado de los habitantes actuales de Cali,
los que aún no son caleños y no han comprendido ni se les ha enseñado que
la ciudad es una obra de arte colectivo, tal como lo dijo Lewis Mumford
en, La Cultura de las Ciudades, 1938.
Por
supuesto la única forma de corregir todo lo anterior, y toca insistir en
ello, es que sea el Municipio el que responda por la concepción, diseño,
construcción y mantenimiento de los andenes como lo hace respecto a las
calzadas, y no permitiendo cómodamente que los particulares hagan lo que
se les da la gana enfrente de sus propiedades, principiando por “sus”
andenes, y confort así la más descarada invasión del espacio urbano
público, lo que debería ser castigado como un delito.
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