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Políticas necesarias. 10.08.2019


Control de la natalidad a base de contraceptivos al alcance de todos, tanto padres como hijos. La sobrepoblación ha llevado al rápido crecimiento de las ciudades, y esta a perder su imagen colectiva, a  problemas de movilidad y seguridad, a mala calidad de vida en ellas, y a la dificultad de su planeación y control. De otro lado, los hijos no deseados en su mayoría tienen su futuro comprometido llegando a caer fácilmente en la delincuencia.

Proscripción de la obsolescencia en sus varios y diferentes aspectos. La programada, sencillamente un delito, debería ser denunciada públicamente. La inducida, como sucede con la vivienda en las grandes ciudades, habría que impedirla propiciando la reutilización lo más posible de lo ya construido, y castigando las demoliciones no autorizadas. Y habría que multar la obsolescencia generada por el mal uso de los edificios o su falta de mantenimiento.

Prohibición de los gases de efecto invernadero, pues si las emisiones continúan al ritmo actual la temperatura de la superficie terrestre podría tener efectos potencialmente dañinos para la vida en el planeta. Y desde luego impedir la contaminación del aire. Auspiciar el reciclaje de las basuras, separándolas y usando las de origen orgánico para composta para huertos caseros, jardines, parques y zonas verdes. Y poner paneles fotovoltaicos en las cubiertas.

Desestimulación del consumismo generalizado y de su absurdo significado de “desarrollo” y “progreso”, ya que lo son sólo para el capitalismo salvaje. Criticar la moda por la moda misma y su tonto y arribista significado social. Y sancionar el criminal despilfarro de comida, agua potable y energía, principalmente, pero igual de productos como el plástico, el papel y los cartones, y al tiempo estimular su reutilización y finalmente su reciclaje.

Protección a fondo de la naturaleza en todos sus aspectos y lugares, y generalizar su disfrute y cuidado propiciando la biofilia (amor a la naturaleza) entre los habitantes de las ciudades. Defensa total de los parques naturales y aumentar su número y tamaño. Y multiplicar y vigilar efectivamente las áreas protegidas amenazadas por la minería, la tala de árboles, las quemas, y castigar la contaminación de quebradas, ríos, lagunas, humedales y mares.

Urbanidad, pues el país pasó en apenas un siglo de ser rural a serlo urbano sin dar tiempo a que se formaran verdaderos ciudadanos. Convivencia, urgente en las grandes ciudades entre sus diversos habitantes, principiando por el respeto a los otros y no causar ruido, olores y pintadas ajenas. Protección de las costumbres y respetar las de los otros, y tratar la drogadicción como salud pública y no como un delito que lleva a más corrupción y violencia.

Educación pública sobre todo lo anterior a todos los niveles en todas partes todo el tiempo. Cívica, y qué mejor que editar de nuevo el Manual de urbanidad y buenas maneras…”, 1853 o 1859, de Carreño, por supuesto actualizado. Y mucho sobre ética y no apenas moral. Finalmente cultura urbana, urbanismo, arquitectura y vida citadina, la que hoy tanta falta hace en las ciudades. Todo enmarcado por su geografía e historia locales y del mundo.

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