En ¿Qué es la arquitectura? y 100 preguntas más, 2016, los
arquitectos Rasmus Waern y Gert Wingärdh (Un
libro, El País, 24/11/2016) plantean varios asuntos interesantes con
respecto al tema de la construcción, que deberían ser del interés no sólo de
los constructores si no especialmente de los arquitectos considerando que ya no
son más los constructores de sus proyectos.
Tema que siempre se
presenta después de plantear los asuntos del emplazamiento (Caliescribe.com 00/01/2017) y el uso (Caliescribe.com 00/01/2017) y que son sus principales
determinantes, llevando a que “todo tiene tendencia a caer” (p. 56) por lo que
“construir siempre resulta caro” (p. 24) por lo que hay que “conseguir lo
máximo de lo necesario” (p. 57).
Para principiar, Waern y Wingärdh dejan
en claro como “muchas cosas se pueden hacer mejor y de un modo más barato a
través de la producción en serie…” (p.18) pero
advierten que “construir aún
es un trabajo artesano” [y] “siempre
tenemos la posibilidad de escoger una técnica diferente si es necesario” (p.
9). Solo si es lo necesario es preciso enfatizar evitando hacerlo por pura
novedad.
Señalan como “los materiales que proceden
directamente de la naturaleza (madera, piedra, barro, agua, hielo) poseen un
estatus diferente del de aquellos que han pasado por procesos más o menos
complicados de transformación (hormigón, acero, aluminio, vidrio, papel,
plástico)” (p. 15). Y es preciso anotar que los primeros fueron los materiales
básicos durante milenios y que los segundos son muy recientes.
Y como “a menudo es la humedad, el
archienemigo de las técnicas constructivas, la causante de los problemas en los
edificios, pero, al mismo tiempo, la proximidad de la decadencia otorga al
mundo edificado una dimensión humana” (p. 2). Asunto que poco comparten los
clientes.
Al
respecto recuerdan que “la piedra es más un símbolo que un material de
construcción [pues es el] legado que hemos recibido de la tradición arquitectónica está
constituido por construcciones de piedra” (p. 48) “ningún material de
construcción disfruta del estatus del mármol [mas] que la piedra en sí misma,
rezuma lujo y nobleza” (p. 64). A lo que no sobra agregar el hecho de su
excelente envejecimiento.
Y muestran que “existen dos maneras de equipar a las construcciones
para los cambios venideros, […], proporcionar unas dimensiones que sean suficientemente generosas, así como
construcciones en planta que sean suficientemente generosas [y] sistemas
constructivos flexibles” (p. 14). Y el
hecho es que la sostenibilidad de los edificios comienza por ellos, justamente.
Terminando por recordar que “es en los
detalles donde podemos sentir una edificación con nuestra piel, [como que] los
arquitectos deben perfeccionar su diseño de los detalles” (p. 67), asunto que
pasan por alto tantos arquitectos. “Pero no existe motivo para inventar algo si
no va a constituir una mejora” (14) y hay que repetir que “las buenas
soluciones deben repetirse” (p. 54).
Finalmente afirman cómo “la habilidad de
construir edificios inteligentes, sensibles, que perduran justo porque son
capaces de adaptarse constituye el avance arquitectónico más importante de
nuestra era” (p. 34). Sin embargo hay que advertir que no todos los edificios
que muchos llaman sin pensarlo “inteligentes” lo son en la realidad; incluso
los hay con preocupante frecuencia bastante “brutos”.
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