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En busca de la tradición perdida. 13.09.2014


La contrapropuesta a una modernidad acrítica que han hecho algunos arquitectos en Cali, desde mediados del siglo XX, como Rodrigo Tascón (1930-2014), Rafael Sierra (  ), Álvaro Thomas, y más adelante Oscar Men­doza, Jaime Beltrán y el autor de la presente columna, y últimamente Mauricio García, se basa en que la búsqueda de una arquitectura apropiada, sea social, técnica y culturalmente racional, traba­jando sobre problemas particulares en un contexto regional, independiente de los modelos internacionales o simplemente bogotanos.

En este sentido, si bien se reconoce que la arquitectura moderna en la capital alcanzó una especificidad, expresada en el carácter especial de su repertorio formal, este no debe ser tomado como modelo para ser copiado, sino que debería seguirse, más vale, la lógica de su proceso, para encontrar una expresión específica que responda a las condiciones de clima, relieve, luz, materiales y formas en el paisaje natural y urbano regional y en sus tradiciones constructivas y arquitectónicas.

La recuperación de patrones de color, tipos organizati­vos, formas y elementos constructivos, que se consideran propios y apropia­dos, busca restablecer una tradición viva frente a entornos informes y anodinos. El problema es, cómo pasar de la relación física y circunstancial del proyecto con su entorno a unas relaciones poéticas y evoca­doras, que si bien apelen a la memoria, trasciendan toda carga meramente figurativa previa.

 Es la reelaboración de formas tipológicas tradicionales relacionadas con la vivienda, intentando captu­rar su ambiente tradicional con un repertorio formal de origen mo­derno, logrado conden­sar imágenes, formas de vida y espacios. Encontrar nuevas relaciones entre lo viejo y lo nuevo, buscando que se potencien mutuamente dotando de nuevos significados y usos al edificio,
Son los objetivos que se infieren en el edificio El Azafrán de Tascón, en el Peñón, y que se ha propuesto explícitamente el autor de la presente columna en sus intervenciones en casas viejas del barrio San Antonio. O el conjunto de tres casas en fila diseñado y construido por García, en una esquina junto a uno de los parques de San Fernando, del que ya se ha hablado (B. Barney, El País, Cali, Otro buen ejemplo, 28/04/2005), probablemente la obra más interesante en Cali en la última década.
                                                                                                                                                                      Todas estas preocupaciones han tenido necesariamente que incluir un trabajo crítico-histórico so­bre las arquitecturas y ciudades regionales, que ha permitido en gran medida su real valoración y una sa­lida teó­rica y un cambio de actitud respecto al patrimonio arquitectónico y urbano. Hay que mencionar, los tra­bajos en la Universidad del Valle de Jacques Aprile-Gniset, Ramiro Bonilla, Carlos Botero, Ricardo Hincapié, Carlos Zapata, Francisco Ramírez y el autor de la presente columna, entre otros. 
Estos trabajos a su vez, han impli­cado también la superación del monumento y su restauración como único problema del patrimonio y sacado la discusión de un terreno especializado extendiendo el interés a la preservación del paisaje y la defensa de la ciudad, como el mayor patrimonio de la comunidad, y dado lugar a nuevas formas de inter­vención como los llamados "reciclajes". Compromiso crítico con la región, con el paisaje, con el entorno cul­turalmente definido, antes que con un espacio universal y abstracto.

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