La movilización de gentes y vehículos en
cualquier ciudad implica determinar la importancia y uso de sus vías e
intersecciones existentes, tanto como diseñar sus modificaciones y obras
complementarias, incluyendo sólo las nuevas grandes obras estrictamente
necesarias, y sobre todo no confundirlas con el plan mismo. Y en Cali, para
hacerlo correctamente, se debe contar con la totalidad de su área
metropolitana, al menos la que existe de hecho, pues los políticos de los
municipios vecinos implicados han impedido egoístamente su oficialización para
no perder la hegemonía que usufructúan en ellos.
El propósito básico de un plan vial para Cali debería ser, en
primer lugar, darle continuidad a las vías de un extremo al otro de la ciudad
pues no existe aquí ninguna vía que lo haga, y de ahí que el Corredor Férreo
deba ser su columna vertebral y la del transporte masivo: el tren de cercanías.
Y, en segundo lugar, regularizar los carriles de las vías, y eliminar las
dobles calzadas en un solo sentido y tantos giros a la izquierda en las de dos,
privilegiando los pares viales en que tanto ha insistido el arquitecto Juan
Marchant. Pero al mismo tiempo hay que ampliar y regularizar –y arborizar- los
andenes, dándoles prioridad a los peatones sobre los carros cuando son mayoría,
y hacer ciclovías.
Asimismo un verdadero plan vial implica la señalización y
demarcación de las vías, lo que en Cali se podría hacer de una vez y a muy bajo
costo, pues sencillamente es hacer lo que se viene haciendo hace años pero
pensándolo bien y dentro de las normas técnicas y leyes nacionales existentes,
y si es del caso demandar su actualización en lugar de inventarse “soluciones”
localmente. Y hacerlo especialmente en función de la fluidez, seguridad,
claridad y comodidad del tránsito, tanto vehicular como peatonal, y no apenas
otorgando otro contrato más. Y desde luego es preciso un largo proceso de
educación ciudadana al respecto.
El hecho vergonzoso es que la señalización vial en Cali, y hay que
insistir en ello nuevamente, es incompleta, mal ubicada o repetida, o con
frecuencia contradictoria o antitéctnica, lo que lleva a que la gente tienda a
no tenerla en cuenta pues con preocupante frecuencia si se la considera
provocaría un accidente. Y la demarcación de las vías, por su parte, es
francamente lamentable: los carriles casi nunca coinciden de cuadra en cuadra,
sus anchos cambian caprichosamente, ya se han borrado, no son claros, están mal
repintados, o sencillamente nunca se han señalado, por lo que atenerse a ellos
no es fácil y hasta llega a ser peligroso.
Finalmente, un plan vial para Cali debe orientarse de una vez por
todas a poner muchos semáforos sincronizados en lugar de más puentes peatonales
que los más necesitados no pueden usar, como lo son los discapacitados y
ancianos, y el uso complementario de cruces peatonales, cebras y pasos pompeyanos,
en lugar de tanto “policías acostado”. Una semaforización sincronizada
permitiría que los peatones crucen las calles por las esquinas, y que los
vehículos tengan “olas verdes”, es decir cuando una serie de semáforos se coordinan
para permitir su flujo continuo sobre varias intersecciones en una misma
dirección, como en cualquier ciudad grande del mundo. Aquí hace años se inició
pero pronto la desidia, el robo y el vandalismo llevaron a que se abandonara.
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