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Des urbanizacion. 21.02.2015


           El proceso comenzó hace ya casi medio siglo para los Juegos Panamericanos. Como ya se ha dicho en esta columna hace tiempos: la industria se acabó de ir para Yumbo junto con un cementerio y el Centro de Eventos; la Universidad del Valle, los colegios y otro cementerio para Jamundí;  los recién llegados se acomodaron en Terrón Colorado (hoy “coloriado”) saliendo para Buenaventura, y en Aguablanca (el “distrito”) debajo del nivel alto del río Cauca.
                                                                                                                                                                                 Sin embargo lo más preocupante es lo que está pasando en al sur del sur, al lado de Jamundí, ese “nuevo tipo de ciudad” nacido de una diabólica trinidad: la codicia de muchos terratenientes que rodean las ciudades en Colombia, el afán de lucro de los constructores de vivienda y el arribismo social de los que compran allá una vivienda, ya sea para habitar o apenas como “negocio” pues muchas permanecen desocupadas.

      Son apartamentos iguales a todos en edificios sosos, tan altos como los que han permitido absurdamente en la parte alta del río Cali, repetidos decenas de veces junto con hileras interminables de casitas idénticas, a una hora por lo menos del centro de la ciudad, y cuyo único espacio de intercambio social es un centro comercial vecino, pues no hay sitios de trabajo, comercio, educación, ni recreación. Ni plazas ni parques ni calles pues sólo son vías para carros en los que hay que desplazarse de un gueto al otro: la anti ciudad.

      Entre tanto se continua construyendo en los terrenos valorizados artificialmente entre Cali y Jamundí, sin importar para nada los derechos de los que hace décadas se fueron a vivir en los que eran unos idílicos sectores sub urbanos de viviendas aisladas en grandes lotes, donde gozan de lo mejor de Cali: su clima y un paisaje de valle y montañas cuya vegetación es muy variada y exuberante, amen de silencio y tranquilidad.

         La trampa, la corrupción y la falta control, sumadas a normas urbanas absurdas o contradictorias, les “permiten” estacionamientos subterráneos hasta los linderos mismos de los lotes, sobre los cuales si acaso podrá haber césped, y edificios altos, que perturbarán la tranquilidad y privacidad de la viviendas vecinas existentes, y cuyos muchos carros colmaran las estrechas calles actuales, las que se inundarán en las temporadas de lluvia pues carecen de alcantarillado pluvial.

       Finalmente las Autoridades dicen haberse apersonado de un problema señalado por muchos hace años pero apenas “ven” el asunto de lo que llaman mal “movilidad” y prometen unas cuantas “ideas” sacadas de la manga que por lo demás no se llevarán a cabo. Todo para dejar pasar desapercibida la esencia del asunto: la carencia de una política para los usos del suelo y la no aplicación del impuesto a la plusvalía para controlar el libertinaje -que no libertad- originado en la propiedad privada del suelo alrededor de las ciudades.

        Sin un plan maestro para el área metropolitana de Cali sólo evidencian la carencia de un verdadero plan vial para la movilización de sus habitantes y bienes. Y salta a la vista, una vez más, el despropósito de no usar el corredor férreo como la columna vertebral del Gran Cali para el transporte masivo (tren de cercanías) como particular (autopista urbana y ciclo vías) y peatonal (amplios andenes arborizados) como para el equipamiento urbano (centros comerciales, oficinas, escuelas, parques).

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