Circula por internet una presentación con fotos
tontas pero verdades muy serias:
Dice
que aceptamos que la felicidad sea solo consumir, financiando un sistema que compromete nuestra
verdadera calidad de vida. Que el
valor de alguien depende de su dinero. Que se paga mucho a deportistas y
actores, pero poco a científicos y profesores, pese a
que de ellos depende el futuro de los hijos que tenemos sin pensar en eso.
Los
viejos nos estorban y no valoramos la experiencia. Poco hacemos por los niños que trabajan y las mujeres maltratadas.
Las multinacionales no aplican las conquistas sociales de occidente en los
países más pobres. Aceptamos la
pena de muerte, la
discriminación racial y la de origen que nos imponen los gobiernos.
Los bancos prestan nuestro dinero sin ver el impacto ambiental, social o
económico que causarán. O a países que quieren armarse (con armas
obsoletas), o reactivar su economía, pero se quedan con sus recursos cuando no
pueden pagar. Los
paraísos fiscales son para los que no pagan los impuestos que nosotros sí
pagamos. Se especula con la
vivienda, la salud y los alimentos.
Las multinacionales controlan la
agricultura mundial, y se desecha comida para mantener
los precios, en lugar de darla a los miles que mueren de hambre cada año. No
nos importa comer alimentos
sin conocer los químicos que contienen ni su proceso de producción. No
esperamos a comprobar sus efectos a largo plazo con tal de que tengan el precio más bajo posible.
Destruimos árboles, bosques y selvas,
contaminamos ríos, lagos y mares, envenenamos el aire que respiramos,
aceleramos la desaparición de especies animales y vegetales. Para no hablar de
la burda alteración de los paisajes naturales –ni la de los paisajes urbanos-,
lo que ni siquiera les importa a los que les importa todo lo mucho que
aceptamos.
Aceptamos la hegemonía del petróleo y sus derivados, una energía costosa y
contaminante, e incluso que
se hagan guerras por su control, y poco hacemos para
reducir su consumo.
Enterramos residuos radioactivos que no estarán a salvo en un gran terremoto. Y
no privilegiamos suficiente otras formas de energía limpia.
Creemos todo lo que nos dicen los medios pese a que son de los grandes poderes económicos. Las noticias son lo peor que ha pasado en
el planeta cada día. Y si aparece alguien en Tv, se toma como modelo. La publicidad nos cuenta mentiras y nos hace desear cosas que no
necesitamos para que las compremos con el dinero que nos prestan los bancos.
Aceptamos
políticos ambiciosos y sin escrúpulos en el poder, incluso dementes y
payasos, que cada cuatro años prometan
lo que no pueden cumplir. Que partidos y congresos aglutinen lo peor. Que los directivos de los organismos
internacionales vengan de grandes corporaciones, a las que volverán ganando
cantidades astronómicas. Que se cambien votos por contratos.
Que
las autoridades guarden todos los datos sobre nosotros. Que nos obliguen a
sacar visas, dejar huellas y enseñar el contenido del portátil al entrar a otro
país. Que los teléfonos sean
intervenidos y se guarden los e-mails, y que se dé acceso a ellos para detener
disidentes. En fin, aceptamos una burocracia metida e inepta.
Muchos saben que aceptamos todo esto y mucho más pero poco les
importa.
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