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Crónica de una falacia anunciada. 10.05.2014

      El paseo desde el Puente Ortiz hasta el Ba­rrio de El Peñón,  propuesto por Hernando Guerrero Presidente del Concejo de Cali por esa época (Informe de Labores de 1921), se terminó en 1943. Y menos mal que después se amplió hasta el puente de Santa Rosa pues “lo cierto es que [con la reciente intervención en la Avenida Colombia] se modificó sustancialmente [su] entorno tradicional […] y con ello se perdió el apego y el encanto que abrigaban las relaciones de los transeúntes con el río” (Luz Betty Jiménez de Borrero y  Pablo A. Borrero V. Veedores).
                                                                                                                                                                            Lo que quedó, en casi la mitad de la Avenida Colombia, es un malecón sin ciclovía y con bancas continuas por la mitad y a pleno sol, para unos peatones que sólo precisaban andenes amplios y arborizados, como se propuso aquí  desde la Calle Séptima (¿Ciudad? 18/05/1998) y luego, en el Plan del Centro Global, desde antes de la Quinta. Además les taparon vista a La Ermita con una fila de grandes extractores con propaganda a la manera de insólitos mogadores.
                                                                                                                                                                            Su difícil vigilancia y mantenimiento llevaran un deterioro peor que el de la remodelación de la Avenida Sexta. Allí el olor del río ya “es insoportable”, dice alguien preocupado por su mantenimiento (El País, 23/05/2013, B1). A cargo de la Corporación para la Recreación Popular, salta a la vista su ineficiencia, pues cualquiera puede estacionar en el “bulevar” como ya ocurrió (El País, 25/05/2013, A3), y ya intentaron robar 30Mts de cable eléctrico (El Tiempo, 04/06/2013, 14), y los vecinos de los edificios aledaños ya se están quejando de que los carros de la basura no pasan ni los buses de los colegios, ni se puede llegar en taxi ni en carro (El País, 29/06/2013, A2).
                                                                                                                                                                              El túnel, por su parte,  debería ser para el paso expedito de toda clase de vehículos y no apenas uno lento para carros y motos; no tiene señalización suficiente (Gustavo Escobar, El País, 02/06/2913, B5), y debería tener un arcén para las emergencias o al menos un andén mínimo para no tener que salir caminando en medio de los carros, y las salidas de evacuación deberían estar al costado derecho. No se dejó tránsito arriba, por si se inunda o hay accidentes o varadas, y el Centro de la ciudad quedó sin acceso desde ese costado, contribuyendo a su deterioro. Finalmente (por ahora) las losas por donde transita el MIO ya se dañaron (El Tiempo, 25/02/2014) y tocó repararlas.
                                                                                                                                                                            Por eso los $61.000.000.000.oo que van gastados son una burla a los contribuyentes, a los que deben la explicación de por qué va costando el triple de lo presupuestado. Además se cobrará la (des) valorización predial a unos edificios que tuvieron que ser medio abandonados por más de dos años que duró la construcción. Y la “animación” artificial del Parque de los Poetas, organizada por la Alcaldía, con artesanos llevados de la Loma de la Cruz (El País, 24/05/2013. p. B2), para vender la idea que “desde que se inauguró el bulevar, la plazoleta renació”  fue, claro, a cuenta del erario.

     Además la improvisación de todo el proyecto implicó un mal manejo de los vestigios arqueológicos que se encontraron, amén de la desaparición de dos largos muros de contención, uno de sillares de piedra y el otro de canto rodado, y de setecientos metros de barandas y pérgolas originales de esa Avenida Colombia que soñó un Guerrero pero que otro permitió que se tornara una falacia. Los dos serán recordados pues del sueño atravesado por un río que cantó el poeta Carranza, quedó fue una cicatriz de lata. Parafraseando a José Saramago, no es negativismo sino que los hechos lo son.

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