Los periódicos, primero, y las revistas, radio y televisión,
después, y, ahora, la información por Internet, son producto de las ciudades
como todo lo bueno, lo feo y lo malo de la vida actual, y las columnas de
opinión y la información e investigación que se encuentra en ellos son pilares
de la democracia. Todas las ciudades tienen uno o más periódicos y su
importancia es paralela a la de la ciudad. Si se quiere saber más de lo que
pasa en una ciudad hay que leer su periódico, pero todos traen más o menos la
misma información regional e internacional pues no los hay nacionales si no
solo de circulación nacional. El que quiera noticias frescas tiene que recurrir
a los noticieros de televisión, que agregan caras bonitas por la noche, o mejor
a los de la radio, y cada vez más al Internet o el celular. O sea que con los
periódicos locales basta para conocer el acontecer de cada ciudad, pues para lo
demás son mejores las revistas o periódicos semanales o mensuales, que son en
la práctica revistas menos costosas, en los que se analizan las noticias mundiales
que ya se conocen.
Pero cada día son más los que los leen por Internet revistas como
Caliescribe.com, pues se va a los temas que a cada uno le interesan sin tener
que soportar la propaganda cada vez más grande, superficial e invasora de los
periódicos impresos, a menos de que se la quiera ver como pornografía gratis,
pues ahora la publicidad recurre al sexo para vender cualquier cosa, con la
misma desfachatez con que se hacen propagandas para alcaldes y gobernadores que
semejan periódicos, lo que no es nada democrático. Además están los muchos
sitios de información libre a los que se accede en cualquier momento por la
Red. De otro lado, en la medida en que los periódicos tienen más imágenes, se
“ojean” mas pero se leen menos, e incluso ahora destacan en los textos lo que
hay que leer en ellos como si el resto fuera simple relleno, y penosamente con
frecuencia lo es. El desperdicio de energía, agua, papel, tinta y transporte es
enorme, y habrá quien rechace los periódicos con razón como poco “verdes”. Pero
también porque se los ha llenado desde hace unos años de colores, los que
llegan a lo grotesco en las páginas sociales de algunos de ellos.
Ahora compiten con imágenes en lugar de profundizar en lo suyo que
es lo escrito. No reducen su incómodo formato, si no que crecen sus
fotografías, no aumentan sus temas sino que los reducen, y los diseñan buscando
que sean más llamativos y no para facilitar su lectura. Qué bueno sería que en
un cuadernillo principal se sintetizaran las noticias, análisis, informaciones
y opiniones de las varias y diferentes secciones en las que se profundiza en
los distintos temas de la ciudad, la región, el país y el mundo. Y que se los
pudiera comprar por separado e incluso a diferentes precios. Por supuesto, como
las novelas, los periódicos no van a desaparecer: son toda una tradición. Los necesitamos
para saber cómo amaneció la ciudad o para desayunar o no estar solos en calles,
plazas y parques o protegernos de la lluvia o el sol. Sin embargo, en un país
en donde cada vez hay más personas que saben leer y escribir pero menos lectores,
se tienen que renovar, pero sin perder su carácter de vigilancia del acontecer
político y ciudadano.
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