Hace unas semanas informaron casi con bombos
y platillos que alguna autoridad había ordenado desmontar las vallas puestas ilegalmente
en Cali, pero nada pasó y ahora dizque es voluntario. Lo que infortunadamente
no es nada raro en esta ciudad en la que nadie se ocupa de lo que se construye
o pone en su espacio urbano público. Apenas de lo que se lleva a cabo en él, y
eso.
De hecho todas deberían ser
consideradas ilegales pues usufructúan el espacio urbano público de la ciudad,
que es de todos. No en vano el DRAE
define valla no solo como una cartelera situada en calles, carreteras,
etc., con fines publicitarios, sino también como un obstáculo o impedimento
material o moral. Y urbano, habría que agregar.
Tapan
los cerros, la cordillera y el cielo, atardeceres y noches estrelladas, y
groseramente se inmiscuyen en el paisaje urbano de
edificios, avenidas y calles, al que no
consideran para nada, como si la ciudad y su paisaje natural no existieran.
Precisamente en esta ciudad recostada a una alta y bella cordillera y enroscada sensualmente en
los dos imponentes cerros que la anteceden.
Pervierten el gusto público pues
incluso las más bonitas llevan a aislar su belleza autista de su entorno, pues
reducen a ellas mismas todo cuanto sucede a su alrededor, como ni siquiera lo
está un cuadro en una galería de arte. Lo que es opuesto al espacio público que
es un todo en el que su belleza estriba en la interrelación coherente de sus
partes.
Son ajenas, pues, al espacio urbano y a
la arquitectura de los edificios de la ciudad, a la que afean sin misericordia
alguna. Con lo que es esquizofrénico alegar que son bonitas pues la
incoherencia de varias cosas juntas lleva a un todo feo y que ni siquiera es un
todo. Más vale son una suerte de Frankenstein
más monstruoso aun pues vienen a ser dos: el desorden de la ciudad sumado al de
las vallas.
Y son todo un engaño pues lo que
promueven no lo pueden adquirir la mayoría de los que las tienen que ver, y que
en muchos casos ni siquiera deberían usar o comer. Por ejemplo, invitan a beber
alcohol en el mismo espacio en que se multa a los conductores que han bebido,
pero sus anunciantes no se responsabilizan por ello, como no lo hacen por la
basura que generan los empaques de lo que venden.
Ni por la energía que malgastan para su
iluminación, pues implica el uso del agua con que se genera en las
hidroeléctricas, con lo que resultan nada amigables con el medio ambiente,
siendo responsables del cambio climático cuando la energía es producida a base
de combustibles que generan los gases de efecto invernadero que lo potencian.
Son además un peligro para el tránsito
pues distraen a los conductores con sus reclamos casi pornográficos, y por
estar arriba y a los lados, fuera del campo de visión normal de un conductor,
que es al frente y horizontal. Tanto como marcar un teléfono celular, si no
fuera porque en realidad pocos miran detenidamente lo que en ellas se vende.
Y desde luego la proliferación
indiscriminada de las vallas en Cali no tienen nada que ver con Times Square en
Nueva York, ni Piccadilly Circus en Londres, y en París no existen, mas
faltaba, que es la defensa manida de los que defienden la vallas. Y al hacerlo,
están defendiendo un capitalismo salvaje basado en que más personas consuman más,
lo que nos está llevando al desfiladero.
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